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Opinión

Rumores que matan

Cuando se supone que la humanidad lucha por perfeccionarse en todos los campos gracias a la tecnología, ocurren eventos que nos obligan a preguntarnos si avanzamos o simplemente seguimos siendo una especie de neardentales con celular. Lo ocurrido en la parroquia de Posorja el martes pasado es solo una muestra más de lo que un rumor es capaz de provocar, linchar a tres personas porque a alguien se le ocurrió decir que habían intentado secuestrar a niños y lo amplificó en redes sociales. Esto fue suficiente para desatar una tragedia que muy difícilmente se borrará de la memoria colectiva, porque resulta que los supuestos delincuentes ni eran parte de una banda de ‘robaniños’ ni tampoco los habían drogado para llevárselos en un taxi. Su intención, según la propia perjudicada, fue robarse un teléfono y dinero en efectivo, pero un simple chisme encendió la chispa de la violencia y todo ardió en desgracia, frente a los pocos policías destinados a mantener el orden en la parroquia. ¿Cómo es posible que los uniformados no tengan ni gases lacrimógenos para dispersar a la turba, que puso en peligro hasta sus propias vidas? ¿En verdad nos creemos todo lo que leemos en los medios digitales? ¿Acaso no somos seres racionales con la habilidad de dudar para no cometer un error? Esta tragedia nos recuerda a la ocurrida en Quito en 1912, cuando Eloy Alfaro y sus amigos fueron arrastrados por cientos de personas iracundas que no comulgaban con sus ideas. Por eso es necesario controlar un poco la lengua y pensar antes de actuar, para no repetir una masacre como la de Posorja.