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Columnas: envidias
La envidia es uno de los pecados capitales más retorcidos y perversos, porque es simplemente paralizante, ya que antes de anhelar lo propio busca destruir lo ajeno.
La envidia es uno de los pecados capitales más retorcidos y perversos, porque es simplemente paralizante, ya que antes de anhelar lo propio busca destruir lo ajeno. Ese es el enfermizo placer de ver correr la sangre de un odiado adversario, para luego voltear la mirada y encontrar a otro a quién odiar.
La envidia es la rabia vengadora que en vez de luchar por sus anhelos y sueños prefiere eliminar la competencia, porque saben que nunca los podrán igualar. Casi siempre la envidia se convierte en traición y siempre se puede confiar en los traidores, ¡¡Nunca cambia.!!!
Solo la envidia explica en nuestra política actual, cómo alguien por 10 años nace y se incuba dentro de una organización para luego ya en el poder que consiguió gracias a ellos, los traiciona para tratar de destruirla, aunque sabe que jamás podrá igualar la estatura moral e intelectual de su exlíder.
Envidia es cuando por décadas no se pueden exhibir obras monumentales ante los casi 70 mil millones de dólares en obras estratégicas hechas en una década, que nos preparan hacia el futuro ¿con supuestos sobreprecios y fallas dirán?, pero en la práctica ¿alguien rechazará una covacha de caña o adobe donde vive por una casa de cemento con servicios.
La envidia es una de las defensas de las personas más débiles, acomplejadas o fracasadas e inmersas en la mediocridad.