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Universidad Católica vs. Independiente del Valle: ¿Por qué tan solos?
El juego entre santos y rayados fue un 2-2 de exportación a grada desierta. Tan solo 544 personas acudieron al estadio Rodrigo Paz Delgado
La hinchada se perdió el partido de la fecha: 544 boletos vendidos para celebrar a Independiente del Valle y Universidad Católica, dos cuadros que cosechan sus modelos y capacidades institucionales: no lo dicen, no amenazan, no pechean; saltan y lo hacen.
Entregan trabajo, espectáculo, estrategia, individualidades que crean diferencia: planteles competitivos, muy claros y comprometidos con la idea de sus DT que, en Casa Blanca, igualaron a dos goles.
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Los del Valle siempre adelante: penal a lo maestro de Kendry y un misil de Medina, que estalló las manos de Romo. Los celestes no se dejaron: los Díaz, Ismael y Mauro, marcaron los empates. El marcador pudo quedar con los estudiantes, pero el puntero derecho Kevin Quevedo falló un penal al minuto 74: derechazo avisado que desvió Ramírez. La gloria: la tomas o la dejas. Esta vez, Kevin, se te fue viva.
Jorge Célico, arte y talante
Célico, en la rueda de prensa, sentenció: “el fútbol está más cerca del arte que de la ciencia”. El concierto pudo ser para su orquesta, pero sus solistas perdieron la partitura.
Al retornar al club de sus amores, tras seis años de su gran desempeño con la sub-20, tercero en el mundo; su mal paso en BSC y marcando su nivel en el peruano Garcilaso, Jorge dijo que “uno vuelve donde fue feliz”.
Al volver halló un cuadro que creció institucionalmente y así sostiene su proceso, mientras brinda shows como el del domingo 14 de abril. El complejo de La Armenia, la crianza integral de 50 canteranos y el ascenso a Primera B del filial San Antonio: hay con que.
Sus números en la liga y Copa Sudamericana, le bancan y blindan. Célico, empoderado y en su momento, ejerce con polémica: sus declaraciones sobre los tres rumberos de la Tri y Alexander Bolaños, acusado de falsear su identidad; pegaron candela.
“La vida es premio y castigo”, dijo de los noctámbulos, pidiendo una dura sanción para los tres. “Gente basura quiere hacerle daño”, disparó, tras la denuncia al joven de IDV.
Gandolfi, un lobo de combate
El DT celebró la puesta en escena del juego, la calidad de propios y rivales. “La intensidad: estuvimos dos veces arriba; el penal (errado) de ellos”. Ida y vuelta: el sabor amargo de no ganar. “Lo buscamos siempre, me saco el sombrero”, dijo de sus cracks.
Cuando llegó a Independiente mostró las credenciales de Talleres de Córdova, donde, entre 2022 y 2023 empezó de interino y clasificó a Libertadores. De ahí, a Sangolquí: declaró admiración a la dimensión del club, al diferenciado manejo de los canteranos. “No sé cuántos equipos en el mundo tienen esta estructura”.
Peinado a gomina, atlético y elegante en cancha; dirige vestido al canon de la moda. Con el aporte de Giulano Lauri y cuerpo técnico, trabaja equipos verticales, agresivos, de transiciones rápidas: sus cuadros son vistosos y eficaces.
Suma su rápida y certera lectura del rival: cuando decide esperar -como cuando derrotó 3-1 a Barcelona en su estadio- es impecable con el orden y una luz; directo y letal en el contragolpe. Cuenta, entre otros, con Junior Sornoza y Kendry Páez y les saca el aire: cuando ese par se junta, el gol corre en primera fila.
Este exdefensa argentino de 43 años también fue futbolista profesional entre 1998 y 2021, pasando por River Plate, Talleres de Cordova y Arsenal. En México, jugando para Xolos de Tijuana, alternó con su compañero de cuerpo técnico, don Cristian Pellerano.
Su andar en zona técnica trae pasta y liderazgo. Vibra alto, tiene presencia. Y verso: “La palabra ganar, se entrena”. ¿De dónde ese vuelo de Javier? Los Gandolfi son de origen italiano, sus primeros abuelos vivieron en el norte, Lombardía, especialmente Milán y Bérgamo.
La genealogía lo refiere como “hombre con vara”, “lobo de combate” o “jefe de lobos”. Javier construye una vida fructífera: como jugador y entrenador, la suya es una carrera corta, que el lobo de la familia la lleva a mil por hora y con pie derecho.
La banda cammarata
Temporada de 2018, tribuna de la Universidad Católica. Miguel Vivanco es el macho alfa de una especie en extinción: se trata de uno de los hinchas del celeste y tiene una fe indestructible. Llega solito, acompañado por su bombo.
En una de esas, contra el Aucas, los hermanos Borja se fijan y apoyan al pionero: Juan, Diego José y Bernardo se suman a corear las barras. Luego se autoconvoca Juan Esteban Jaramillo: la banda toma cuerpo, empieza con cánticos y barras.
En 2019, las primeras banderas; sacaban copias de las inspiraciones y dele: un puñado de hinchas jugando a romper garganta. “Nos inspiramos en el sonido de las barras de Boca, Racing y River Plate; adaptamos algunas. Luego llegaron el redoble, el trompetista y bombo pequeño”, cuenta Juan Borja, joven de la barra con 18 años cumplidos.
Cuando salta el equipo, va el grito de guerra; que se repite cuando hay gol. “Ahora tenemos unos 15, coritos y barras, algunas se crean en vivo, en la grada”. Pocos, pero incansables: la banda cammarata no para un instante, aunque sumando familiares y heladeros fueron 2.279 almas las que llegaron el domingo.
Los rivales les tratan de cuatro pelagatos. Pero Juan sostiene que, por ahora, eso es lo más lindo. “Somos una familia. Cuando cantas entre diez mil hinchas, nadie te conoce. Acá somos amigos y los cracks nos ubican y apoyan, hemos cantado juntos. Al final de cada juego obsequian camisetas, el equipo llega a saludar”.
Juan comenta que hay cercanía y pertenencia con el DT Jorge Célico y los jugadores. “Es algo que llevas desde niño. Conservo una foto con la divisa celeste, apenas tengo dos años; estábamos en la Serie B”. Y la anécdota. “El resto de la familia es de LDU. Papá fue de Aucas: una vez, en el camerino amarillo, por una ventanita miró a los de Universidad Católica”.
Y fue flechazo para un amor eterno: “Una vez, en el estadio, mi abuelo materno intentó ponernos la camisa de LDU. Papá se percató y, esa misma tarde, nos compró uniformes de la Católica. Desde entonces nos une la pasión cammarata”, cuenta el del bombo.
Juan conoce de la historia del sacerdote italiano Virgilio Cammarata, un comboniano párroco de la Inmaculada de Iñaquito quien, hacia 1969 y en medio de arrebatos políticos juveniles, fue “secuestrado” en el aeropuerto de Quito por un grupo de estudiantes de la Universidad Católica.
En Roma, los altos mandos no aprobaron los lances cammaratas, considerados progresistas y hasta con tufo a izquierdosos. Roja directa: ordenaron su retorno a Italia. Su historia nada tuvo que ver con el equipo católico, pero entre estas y las otras, el legendario cura terminó con su apellido bendiciendo la divisa.
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