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Crónica
¡Qué drama!, madre e hijos comen de lo que hallan en la basura
Sofía Isurieta es una madre soltera recicladora, quien con dos o seis dólares diarios trata de sostener a su familia. Vive en Monte Sinaí, noroeste de Guayaquil, en una ‘caleta’ que está por caerse...
“Mira mami, ya encontré algo para comer”, le dice Snayder, de 7 años, a su madre Sofía Isurieta, mientras escarbaban entre la basura que encuentran en el centro de Guayaquil.
Todos los días, de 09:00 a 20:00, salen a reciclar y en la jornada los acompañan su otra hija Natasha, de 5, y Ángela Castelo, de 64, abuela materna de los menores. Su hermano, de 15 años, no va con ellos por sus estudios.
Esta familia habita en Monte Sinaí, en la cooperativa Valle Hermoso, noroeste porteño, y con $ 1,20 aseguran la ida y el regreso a casa, pero cuanto no tienen ese billete, le prestan a alguna vecina y luego con la venta de lo reciclado saldan la deuda.
Un bus de la línea 157 los deja en el centro de la urbe, su zona de trabajo.
El quinteto recorre la bahía, el Malecón Simón Bolívar, la 9 de Octubre, entre otras calles y avenidas. Cada uno lleva su saco y empieza la ‘recogedera’.
Sofía es chambera desde que nació, incluso embarazada ha realizado esta labor.
Señala que ha tratado de conseguir ‘camello’, pero ha perdido la cuenta de las veces que ha solicitado empleo en compañías, camaroneras, almacenes y mercados.
“Por mi estatura no me cogen”, sostiene la mujer de 25 años, quien nació con déficit en su hormona de crecimiento. “En mi casa a duras penas teníamos para comer, cómo me iban a hacer el tratamiento, si es caro”, expresa la joven, quien no llega ni al metro de estatura.
Comen sobras de otros
Las once horas de ‘camello’ diario les permite reunir en un día bueno seis dólares y cuando está malo, con dos se tienen que conformar. Ese dinero solo les permite comprar cola y pan. “Ese es nuestro almuerzo, a veces también es la merienda y cuando no nos alcanza, nos acostamos sin comer, pero en ocasiones nos alimentamos de la comida que otros botan, gracias a Dios hasta ahora no nos ha hecho daño”, indica Sofía.
Cuando logran hacer seis dólares pueden preparar arroz con huevo o queso, en un fogón hecho con bloques de cemento, parrilla y leña, pues hace cinco años se les dañó su cocina.
Solo una vez les tocó dormir en la calle, pues decidieron cambiar el rumbo y del centro se fueron hacia el Guasmo a chambear, pero no sacaron nada de plata, ni para el pasaje del bus, tuvieron que ‘ruquear’ en una vereda.
‘Caleta’ por caerse
Esta madre soltera tiene una preocupación: su vivienda de caña está por venirse abajo, las paredes las sostienen unos palos. Si se cae, sería la tercera vez en 15 años.
“Con mi madre la construimos, ella se encargó de las instalaciones eléctricas. No teníamos ni para los clavos que nos tocó reunir alambres y cordones para unir las cañas”, cuenta la guayaquileña.
Es más, manifiesta que no tiene puerta su casa. “Ponemos un pedazo de zinc y plástico para que nadie entre, la ‘tranca’ es un banco plástico, que no permite que se caigan las planchas”.
Sofía teme lo que pueda suceder en el próximo invierno.
Pese a las carencias que tiene, asegura que mejor es ‘sacarse la madre’ que andar en malos pasos. “Prefiero chambear que robar. Aunque me acueste con hambre, lo hago con la conciencia tranquila y eso le enseño a mis hijos. Esa es mi riqueza, mis valores y mi fe”, dice.
Sofía cree mucho en Dios, pues menciona que Él le salvó a su hija, a quien le dio coronavirus en marzo del año pasado. “La tuve a punta de oración y té. Él nos cuida siempre, nunca nos ha pasado ninguna desgracia en la calle. Salimos y entramos con su bendición y compañía”, menciona la mujer de baja estatura, pero grande en fe y deseos de salir adelante por los suyos.
Otras necesidades
- Estudio a medias: Sus hijos y ñaño estudian con un solo celular, pueden conectarse gracias a la generosidad de una ‘veci’ que les comparte internet.
- Sin medicación: Doña Ángela es hipertensa y por falta de plata no puede tomar su pastilla diaria.