En Salasaka, parroquia de Pelileo, en la provincia de Tungurahua, aún se conserva la tradición milenaria de celebrar junto con el ser querido que pereció.

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Las familias visten sus mejores trajes y llevan todo un 'bufete' con los productos que cultivan en sus tierras. Teresa Jerez cocinó desde la madrugada papas, ocas, choclos, habas, motes e incluso horneó cuyes y conejos para comer a lado de la tumba de su mamá, quien murió en tiempo de pandemia.

Pero esa comida no fue para ella sola, la compartió con sus ocho hermanos, que también llevaron otras raciones con bebidas y panes.

Esta pampamesa (comida comunitaria) también la departieron con los policías, quienes acudieron para resguardar la seguridad y a la vez mostrar con ‘Paquito Policía’ el trabajo que realiza la entidad.

Los seis policías que recorrieron desde las 08:00 del jueves 2 de noviembre los alrededores del camposanto participaron con la familia de Teresa y María.

En un pilche (mate grande) les colocaron varias presas de cuyes y conejos y una considerable porción de granos. La sargento segundo Verónica Pineda mencionó que, a más de la seguridad, también comparten las tradiciones de los pueblos ancestrales del país.

Recalcó que en Salasaka son 18 comunidades que cada domingo realizan la comida comunitaria en las reuniones sobre la seguridad.

Para los salasakas, noviembre es una de las fechas más importantes del año. Cada 2, se reencuentran con sus seres queridos desde antes de la salida del sol.

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