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Opinión
Poca diversión y mucha frustración
Para Gregorio Yagual, un peninsular que ha vivido toda su vida en Guayaquil, en la Flor de Bastión (que de florida no tiene nada), con su esposa y sus tres hijos pequeños, vivir en una ciudad que no tiene cada 5 cuadras un espacio libre y cada 20 un gran parque como dicen los parámetros internacionales del “buen vivir”, los feriados son una verdadera “tragicomedia”, igual que para casi dos millones de la gran periferia que deben “emigrar” por espacios libres.
Un paseo al Malecón con toda “la tropa” es poca diversión y mucha frustración, emocional y económica, porque ahí casi nada es gratuito y los precios no tienen nada de populares; en la práctica es ahora un mall de negocios particulares con rejas altas para que no entren los informales y no compitan con los negocios “oficiales”, en el mejor lugar de Guayaquil y construido con los impuestos de todos.
Luego de gastados y cansados regresar es realmente una tragedia, colas y empujones por todas partes, y como el transporte público es complicado, los taxis hacen su “agosto”.
Y cuando los niños de Gregorio no dan más debe gastar sus últimos dólares en un taxi “amigo” que de amistoso no tiene nada, para llegar a casa y ahí darse cuenta que les falta algún objeto que llevaron, se culpan entre ellos y, como la alegría del pobre dura poco, parecen resignarse al comprender que así debe ser la “diversión familiar” de los de “abajo”.