La borrachera más terrible que tuvo el rocolero manabita Néstor Álava, conocido como el Medio corazón del Ecuador, ocurrió cuando tenía 24 años y después de una noche de copas se despertó en la cama de una desconocida. Tal fue su impresión que recogió su ropa que estaba regada por el piso y salió corriendo.

Vivía con un tío en Santo Domingo de los Tsáchilas y estaba entre los 15 y 16 años. En mi familia hay muchos artistas y se reunían los fines de semana para hacer música. Yo nunca había probado el licor, pero me gustaba hacer música, en esa época estaba de moda el ron y me empezaron a dar de a poquito, algo desagradable al principio, pero me acostumbré al sabor y cantamos toda la noche, hasta que me olvidé cómo me llamaba.

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No, la ‘cruda’ fue terrible, devolví todo lo comido y lo tomado, eso fue fatal. Aparte, como había llovido, terminé en el patio todo enlodado. Pero si ya me sentía mal, lo peor fue después porque mi familia se reía y se me burlaba por esa primera experiencia con el licor.

Actualmente bebo poco, pero las contadas veces que lo hago, escucho de todo, menos mis canciones porque las canto semana a semana y seguir escuchando lo mío en esos momentos, no me parece.

Las dos opciones son muy buenas. Con los amigos uno se divierte, conversa, ríe, disfruta. Y con la pareja, como hay más confianza, se hace todo eso y más porque muchas veces termina en algo más íntimo.

(Risas) Sería un whisky reserva especial, porque soy fuerte de carácter y una buena compañía al momento de compartir con la gente.

Sucedió cuando tenía 24 años, había ido a una casa que no conocía con un grupo de amigos y después de pasar toda la noche bebiendo, desperté en la cama de una señora que no sabía quién era, con mi ropa regada por todos lados. Ella era un poquito mayor que yo y lo que hice fue recoger mi ropa, vestirme al vuelo y salir corriendo de ahí.

Actualmente las invitaciones no faltan, pero soy muy selectivo si se trata de reuniones, casi nunca voy y las pocas que acepto soy muy discreto. Primero por salud, ya tengo 50 años, y segundo, como artista, no me gusta exponerme a experiencias que me comprometan o perjudiquen. 

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