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Farándula

No se sentía a gusto cuando lo maquillaba alguien más que no sea Rómulo.cortesía

Rómulo Castro: ¡El maquillador y mejor amigo de la 'Cerecita'!

Tenían una amistad de 7 años. Se iban a eventos juntos. Él vio cómo su ‘panita’ batallaba contra la enfermedad. Hoy nos cuenta sus momentos juntos...

Han pasado 10 días del fallecimiento del presentador Miguel Cedeño a causa de cáncer linfático. Su amigo y maquillador Rómulo Castro aún no lo asimila. Lo espera con sus batas de diversos colores y en la silla del camerino de TC Televisión, pero no llega. Ya no está su Cerecita, aquel pana desde hace 7 años.

Miguel era el consentido de Rómulo, tanto así que iban a presentaciones, viajes y ‘chupas’ juntos. No se sentía cómodo cuando alguien más lo maquillaba, por eso, así sea enfermo, lo tenía que dejar listo para el programa ‘De boca en boca’.

Al parecer, era amante de los contornos que Castro le hacía a su rostro, y es que era tanto el cariño que se tenían, que incluso él realizó varios talleres online para perfeccionar la técnica y que Miguel quede regio.

“Le cepillaba y le pintaba el cabello, porque ya tenía canitas. A él le gustaba mostrarse bien, quería estar impecable y cuidaba hasta el último detalle. Cuando había reinados de belleza me llevaba y dejaba de hacer mis trabajos particulares por acompañarlo. Aún no asimilo que no esté”, cuenta Rómulo entre lágrimas.

Recordar todas las ocasiones en que compartieron juntos le arranca una sonrisa. Confiesa que él le dio su primera bata para que no se manche la ropa mientras lo arreglaba. Después de eso, se mandó a bordar un par con su nombre.

“Me decía que lo acompañe a comer. Me esperaba hasta que termine de trabajar y nos íbamos a disfrutar, conversábamos mucho, nos reíamos. Cuando fue el Miss Ecuador (el año pasado) me pidió que lo acompañe y cancelé todo. Antes de morir me dijo que para septiembre ya estaría recuperado y que volveríamos a ir juntos”, recuerda.

Rómulo confiesa que quiso creerle a su amigo y poner fe en que estaría mejor, aunque ya sospechaba que las cosas no iban bien. También intuyó que Miguel tenía cáncer, pues no era normal que su brazo derecho se hinche tanto y que el dolor no disminuya por nada.

“Fue al médico, no venía a trabajar y no me contestaba el teléfono. Supe que las cosas estaban mal. Un día me llamó y me contó de su cáncer. Estaba deprimido. Ante las personas se mostraba duro, pero cuando estaba conversando conmigo me decía que le dolía, pero me pedía que no le diga a nadie y me tocaba quedarme callado”.

Vio cómo Cedeño se apagaba poco a poco. Las grabaciones ya no eran iguales, se agotaba constantemente y por más que él secaba su sudor y le retocaba la base de su rostro, no era igual.

“Lo considero como un hermano. Cuando iba a su casa, lo ayudaba a vestir, ponerle el saco, abotonarlo, colocarle los zapatos. Ya su brazo no tenía fuerza. El proceso fue muy duro (...) Hasta lo último pedía seguir trabajando y siempre me repetía que no lo dejara solo. Esas palabras me dolían”.

Hoy prefiere vivir con los recuerdos positivos. Quiere imaginar ver a la Cerecita entrar por la puerta de aquel camerino en donde lo conoció por primera vez.