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Farándula
Mónika Gilly sufrió un derrame cerebral y vive sola en Durán
La actriz habita en una casa pequeña y en muy malas condiciones con cinco perros y tres gatas. No cuenta con agua potable. Está desempleada.
Esconde su rostro. Siente vergüenza que la vean en ese estado. La actriz y cantante Mónika Gilly, de 54 años, llora mientras se mueve con dificultad, debido a un derrame cerebral que le paralizó la mitad del cuerpo.
En la pequeña casa que alquila por 100 dólares en la ciudadela El Recreo, en el cantón Durán, vive en muy malas condiciones, rodeada de cinco perros y tres gatas.
Lo imprevisto
El ataque cerebrovascular le paralizó el lado izquierdo. Con dificultad, la artista le cuenta a EXTRA que el accidente ocurrió hace veinte días, mientras iba al baño.
“Los perros ladraban y alertaron a una vecina que, no sé cómo, abrió la puerta y me auxilió. No sé cuánto tiempo estuve tirada en el piso sin que me pase oxígeno al cerebro”, explica.
El resultado fue un derrame isquémico producido por un coágulo de sangre en el cerebro.
“A Dios gracias una amiga animalista tiene el esposo que es neurocirujano que me atiende gratuitamente. En lo que él puede me ayuda, pero debo hacerme una tomografía y eso es caro”, cuenta.
A la semana debe aplicarse dos inyecciones que cuestan $ 18.60 cada una. De las 14 que le fueron recetadas solo se ha puesto 4.
“Eso me está ayudando y ya puedo mover mejor la pierna. La cara estaba toda torcida, tengo paralizada parte de la lengua y eso me dificulta comer. El brazo no lo puedo mover para nada”.
Sin familia
Mónika Gilly, cuyo nombre real es Mónica Pacheco Villar, vive sola, su familia partió hace algunos años a los Estados Unidos.
En la casa que arrienda no tiene agua potable, le toca comprar a una vecina un botellón de agua del grifo a $ 1.20 para sus necesidades.
Cuenta con una mesa, tres sillas, una vieja refrigeradora y un televisor inservible. Y las paredes están adornadas con afiches de eventos pasados y recuerdos de una época de esplendor en el teatro.
‘Varada’ con los secos
Con la suspensión de los eventos artísticos por la pandemia, Mónika se dedicaba a otra actividad que le gusta: cocinar. “Estudié y aprendí a cocinar bien, inicié un emprendimiento y entregaba almuerzos a empresas”.
Todo funcionaba hasta que le pidieron 30 secos de pollo y al final no los compraron, se quedó con la comida y gastada. “Tengo mucho dolor porque la persona que me falló es una cantante amiga. Perdí lo invertido y fue incapaz de hacer algo. Eso comenzó a desesperarme”.
Dice que no hay obligación de ayudarla, pero que un poco de compasión no se le niega a nadie. “Duele ver a un animal en la calle, más si se trata de un ser humano”, dice.
Lamenta que ahora no pueda “ni picar una cebolla”, pero asegura que saldrá adelante. “La ayuda más grande es de mis amigas animalistas, me traen comida para los perros y los gatos, frutas, atún y artículos de aseo personal”.
“Me siento impotente”
Entre lágrimas dice que nunca ha vivido en la miseria, pero que le tocó llegar a ese extremo buscando un alquiler económico.
“Me siento impotente, olvidada, rabiosa por la falta de trabajo. Me parece injusto haber luchado tanto por el arte y no tener oportunidades. Llegar a vivir así, después de vivir bien, es frustrante y duele mucho”, indica.
La cantante Hilda Murillo está pendiente de ella y apela a la solidaridad del gremio artístico para realizar un evento y recaudar fondos para ayudarla.