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Comuneros se resisten a desaparecer una costumbre ancestral
De los granos y las harinas viven los habitantes del sector de San Isidro de Tambaló, quienes en piedras y molinos machacan productos que aportan a su longevidad
Detrás de su vivienda, Nicolás Cayambe tiene su fuente de vida. Le dedica toda su atención a su chacra o huerta, en la cual siembra plantas aromáticas, verduras y granos. Estos últimos son transformados en harina, la principal fuente nutritiva en el campo. Para él estos alimentos son fundamentales, pues sostiene los estómagos y la economía de su hogar.
A sus 70 años es de los que se resisten a perder la tradición que heredó de sus padres y ellos de sus abuelos: moler las semillas y convertirlas en harinas.
El septuagenario les ha enseñado a sus tres hijas el proceso ancestral y asegura que producirlo en casa y de manera artesanal es una buena forma de mantener la salud. Esta es su herencia cultural, que los lleva hasta la perennidad.
Así como Nicolás, en la comunidad de San Isidro de Tambaló, los adultos inculcan a su descendencia a no dejar morir las costumbres ancestrales de preparar sus alimentos.
San Isidro de Tambaló está ubicado a 40 minutos de Ambato y pertenece a la parroquia San Fernando. Se llega tomando los buses que salen desde la terminal del Mercado Sur, en la Tierra de las Flores y las Frutas; estos lo trasladan a San Fernando. Su valor es de 0,60 centavos. Posteriormente puede tomar camionetas que lo pueden movilizar hasta la comuna por un dólar.
En esta comuna sus habitantes son indígenas kichwas y se dedican a la agricultura y ganadería, impulsando la producción libre de químicos y preservantes.
Harina con aroma
Mariano Chango, de 60 años, es otro de los que mantiene viva la tradición. Recordó que sus progenitores machacaban en una piedra gigante la cebada y la convertían en machica.
Entre los secretos que emplean están tuestar los granos y para ello utilizan las aromáticas hojas de eucalipto, así le dan un mejor sabor a su producto. De la harina de quinua, arveja y de la cebada, Mariano elabora la machica.
Gladys Guamán, otra habitante, tuvo a los mejores profesores, sus padres, quienes le dejaron como legado este proceso: sembrar, cosechar, tuestar y moler cebada y trigo.
El experto
Para el investigador de las tradiciones indígenas, Jorge Caizabanda, la costumbre de los pueblos milenarios se desvanece y son pocas las familias que aún conservan esta técnica antigua. La mayoría lo realizan con la ayuda de molinos eléctricos.
“Los taitas y mamas llevan estos alimentos energéticos para comer después de sus labores agrícolas. Antes se consumía una alimentación más sana y era el secreto de su longevidad. Actualmente la fabricación artesanal de la harina de cebada está a punto de desaparecer, debido a la industrialización y al declive en la demanda de este alimento”, expresó el investigador.
La máchica es un ingrediente fundamental para los comuneros, pues con ella preparan el tradicional chapo, que es la mezcla de la harina de cebada con café, chocolate, leche o agua.
“Volver a nuestras raíces sería lo mejor. Deberíamos alimentarnos saludablemente, reconocer de dónde venimos y sentirnos orgullosos de nuestras tradiciones”, enfatizó Cayambe.