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Las esposas deben cumplir ciertos requisitos en cuanto a la vestimenta que usan para ingresar a la penitenciaría.CHRISTIAN VASCONEZ / EXTRA

Visitas conyugales en la cárcel: entre el placer y las bromas

Parejas de los internos se lanzan chistes de índole sexual, se prestan cosméticos, llamadas telefónicas y hasta se cubren para cambiarse de ropa

Parece una pasarela de moda. Se lanzan ‘puntas’ entre ellas. Hacen largas filas e ingresan sencillitas, apuradas y tensas. Horas después, salen sonrientes... y algunas de ellas, ‘chupeteadas’.

Ocurre cada cierto tiempo afuera del Centro de Rehabilitación Social de Varones No. 1 de Guayaquil, cuando sus exteriores se convierten en un desfile de mujeres, pero también en un epicentro de chácharas. La curiosa escena se registra cuando las parejas de los privados de libertad salen de visitarlos. Mujeres que, por aquella situación común, llegan a formar una especie de clan para ‘acolitarse’ y comprenderse.

Lo de la moda es por cómo se las ingenian para combinar sus prendas, a pesar de que deben cumplir con medidas estrictas para ingresar al reducto carcelario.

Todo está reglamentado: no pueden usar tacos ni plataformas. Las blusas no pueden tener alhajas ni alambres incrustados. Nada de aretes, pulseras, relojes, cadenas. Básicamente deben ir con una camiseta, un pantalón y unas sandalias. Eso sí, procuran que los colores vayan a tono con las mascarillas y el maquillaje del rostro.
Las mujeres que ingresan a las visitas se maquillan fuera del centro carcelario guayaquileño.CHRISTIAN VASCONEZ / EXTRA

Al caminar van dejando una estela de aromas perfumados, de esos ‘levantapasiones’ que se usan en plan de conquista. Unas se ven risueñas. Otras, serias. Pero entre ellas jamás se mezquinan una broma.

La ‘fregadera’ va enfocada a las visitas conyugales. Las más ‘batidas’ son las que, tras las 2 horas de intimidad permitidas con su pareja, salen más ‘chupeteadas’ por su ‘macho’, con el cabello mojado, o las que van ‘de una’ a cambiarse la blusa porque la que cargan está sudada.

Jerga propia

Este tipo de visitas actualmente están reguladas por un calendario establecido. La última se dio entre el 15 y el 26 de enero de 2021. La siguiente será la próxima semana, entre el 27 de febrero y el 10 de marzo. Es decir, tras poco más de un mes de espera.

Hay áreas destinadas para estos encuentros, aunque a veces por el ‘apuro’ algunos prefieren hacerlo dentro de sus celdas, sin importar que estas tengan mal olor.

Aun así, las féminas cuentan sus experiencias al salir de sus encuentros fogosos. Los chistes incluso han dado pie para que hayan establecido algunos términos para describir las peripecias que viven a causa de las citas con sus amores.

“Cuando a una de nosotras el marido le deja marcadito el cuello en pleno momento de pasión, decimos que un ‘vampiro’ la mordió”, explica Dayanna, cuyo esposo lleva dos años recluido. Tienen una década juntos.

Actualmente cada dama debe presentar un examen negativo de COVID-19 para que la dejan ingresar a ver a su pareja. Es un requisito indispensable.

Ella, por ejemplo, es una de las que casi siempre se cambian la camiseta al salir. También se pone unos botines negros para reemplazar las zapatillas con las que ingresa. Le gusta la vestimenta oscura porque se acomoda a su preferencia por el rock pesado, atuendo que dentro del centro de privación de libertad no le permiten utilizar.

“Otra cosa que hacemos es que nos catalogamos como la mujer 1 o la 2. Esto es porque algunos hombres son infieles y tienen, además de su esposa, una amante”, continúa contando para explicar los códigos que tienen.

Al salir, Dayanna se acomoda sus botines negros. Para visitar a su esposo, en cambio, usa sandalias.Christian Vásconez

Eso de señalarse como ‘la propia’ o ‘la otra’ surgió porque alguna vez a un interno lo fueron a ver la ‘oficial’ y la ‘moza’ al mismo tiempo.

A ratos se tratan de ‘volteadas’, cuando una no quiere hacer un favor o cuando se muestra amigable por puro interés.

Voces en alto

Al conversar, Dayanna hace notoria otra característica del grupo de esposas ‘carcelarias’. Ella eleva el tono de voz tanto o más que el resto. Y esto se explica porque luego de las visitas suelen conversar unos minutos y les interfieren los ruidos de los carros que pasan por la vía a Daule, donde queda el recinto penitenciario.

Las féminas se reúnen a conversar fuera del centro de rehabilitación social.CHRISTIAN VASCONEZ / EXTRA

En ocasiones todas suelen estar tan concentradas en la charla que ‘lanzan’ algún comentario picante o burlón sin notar que sus ocurrencias pueden ser oídas por personas que no están ‘tirando lengua’ con ellas, cuando no circulan vehículos al pie de ellas y no hay bulla alrededor.

Las ‘camaradas’ se suelen reunir en grupos de dos, tres o más integrantes. Interactúan en alguno de los pequeños negocios cercanos a la pared exterior de la cárcel, donde ofrecen el servicio de tenencia de bolsos, carteras y mochilas por 50 centavos de dólar.

Las esposas que tienen más tiempo yendo a ver a sus hombres, tienen a sus ‘madrinas’ preferidas para que les cuidan las pertenencias, que guardan en casilleros de madera a modo de armarios.

La ‘parcería’ es evidente. Se prestan llamadas telefónicas, intercambian calzado para poder ingresar y hasta en algún momento alguna tapa con el cuerpo a otra para que se cambie el sostén o la blusa al aire libre.

Es común ver que muchas tienen un ritual establecido. Llegan a los improvisados mostradores de tablones o de metal para maquillarse antes de regresar a su domicilio.

Juana, por ejemplo, guarda sus cosméticos en una pequeña bolsita de plástico. Trata de no tener muchos objetos dentro para que todo quepa. El perfume lo envasa en un diminuto frasco de esos que se usan para regalar muestras.

Según la planificación respectiva, las visitas se organizan de acuerdo con el pabellón donde se encuentre la persona privada de libertad.

Mientras se ‘guapea’, cuenta que su marido lleva cuatro meses ‘encanado’. El primer mes lo vio casi igual, pero “últimamente anda medio flaquito”, al punto de que la libido sexual le ha disminuido ligeramente. “Hasta pena me da estar con él (tener sexo) porque lo veo delgado. Y como yo soy un poco gruesita, me da temor subírmele encima”, comenta entre risas.

Melissa, en cambio, asegura que el suyo se ha mantenido como un ‘toro’ en todos los 21 meses que lleva dentro. Él colabora en el área de cocina, entonces siempre anda bien ‘papeado’. “Está medio ‘tuco’ y por eso responde bien en el sexo”.

El amor entre ambos es a toda prueba, pues Melissa anteriormente también estuvo recluida durante tres años. Él nunca la abandonó, por eso ahora ella sigue a su lado.

Además, tienen canciones favoritas que a veces cantan cuando se van de ‘cuerpeo’. Ella le dedica el tema ‘Casi perfecto’, de la intérprete Ana Cirré. Él le susurra al oído ‘Mi mujer’, de Yomo, el artista ‘yanqui’. Ambos se las ingenian para hacer algo distinto y escapar de la rutina del coito en el centro carcelario.

A fin de cuentas, tras las rejas el amor también tiene su espacio. Sencillitas, apenas con algo de maquillaje, pero muy sexis a su manera, así terminen con ‘chupete’ o sin él.