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Quito
Pareja migrante: Juntos en las buenas y en las malas
Llegaron a Quito. Luis busca un trabajo de lo que sea para curar a María. La esperanza está en un conseguir una bici para ‘camellar’ como repartidor. Ellos necesitan su ayuda.
El historial médico de María Marín está guardado en una funda negra, en un vetusto mueble que les regalaron los vecinos.
Ella y su esposo habitan en el sector de La Ferroviaria, sur de Quito, en un cuartito sin cocina, ni mesa, ni ollas. Solo una cama donada y un par de cobijas. En esas condiciones, la mujer, de 35 años, vive con una fractura en su pierna derecha.
No puede moverse desde hace tres años, pues le colocaron un soporte de titanio. Su pareja, Luis Naranjo, es quien la cuida, baña, alimenta y viste.
“Antes pesaba 90 kilos y ahora un poco más de 60. El trabajo es duro”, dice Luis.
Ambos, de nacionalidad venezolana, tienen un solo objetivo: que ella vuelva a caminar.
LA MIGRACIÓN
Luis llegó al país en 2019 y trabajó como albañil en la Costa, pero debió volver a Venezuela por el fallecimiento de su madre. “No le pudo ganar a un cáncer de mama y la atención médica de allá tampoco ayudó”, comenta.
La enterró y volvió por tierra con María, pero en la ciudad colombiana de Pamplona un camión la atropelló, dejándola gravemente herida.
Se quedaron varios meses pagando seguros médicos. Luis trabajaba como repartidor de comida. Apenas les alcanzaba para alimentarse. Decidieron volver a aventurarse en un viaje con destino a Ecuador.
Ya en la capital, Luis no ha podido hallar un trabajo estable y algunos transeúntes se lo han encontrado en las veredas llorando por su situación. “Ni siquiera sé cómo pedir dinero en la calle, lo intenté”, agrega.
En Venezuela tuvo formación como asistente de veterinaria y como enfermero, conocimientos que le han servido para cuidar de su esposa, aunque ya no tiene dinero ni para las gasas con las que debe limpiarle la pierna lesionada.
UNA ESPERANZA
Hace un par de semanas, surgió la oportunidad de que Luis trabaje como repartidor en una cadena de comidas, pero la condición es que debe tener su propia bicicleta.
“Un repartidor anterior se fue con la del local y con varios pedidos. Por eso me ponen esa condición”, lamenta.
María permanece acostada todo el día, hace un par de semanas acudió al sistema público de salud, pero tendrá turno el próximo 20 de septiembre. Sin embargo, las suturas de la última operación debían retirarse desde hace un año. “Tuve una consulta en medicina general, pero me dijeron que eso lo debe hacer el especialista”, dice María.
Ella se mantiene firme, Luis es quien se quiebra al mirarla, aun cuando intenta no desmoronarse.
Por ahora, les queda esperar por esa consulta y la posibilidad de que María deje de estar ‘encadenada’ a una cama.
Aunque la prioridad de Luis es conseguir una bicicleta, también está dispuesto a trabajar en jardinería, albañilería, enfermería, limpieza o asistente veterinario.
La situación de María también los hace necesitar pañales desechables, gasas, alcohol y otros implementos. Además, no tienen ni una olla para hacer una sopa.