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Quito: La Gasca lleva un año marcado por aluvión que le arrancó 29 vidas
El aluvión que arrasó con 29 vidas cumplirá un año.
El barrio de La Gasca, en Quito, sigue sin olvidar ni un solo día del aluvión que hace un año le arrancó 29 vidas, una avalancha de lodo, rocas, árboles, basura y escombros que cambió para siempre a muchos habitantes de esta parte alta de la capital de Ecuador, ubicada en plena ladera del volcán Pichincha.
Cuando está a punto de cumplirse el segundo aniversario de la tragedia, ocurrida el 31 de enero de 2022, Steven Pazmiño, contempla en silencio el solar donde estaba la cancha de voleibol en la que jugaba aquel día y que fue arrasada por completo.
Todavía se pregunta cómo pudo sobrevivir para contarlo, al contrario que muchos de sus amigos.
"La corriente me llevaba y pensé 'hasta aquí llegué'. Pensaba en lo feo que era morir así, y de repente sentí un golpe y me vi fuera de la corriente. Me levanté asustado y golpeado... y no podía creerlo. Estaba completo. Ni una fractura. Solo golpes", cuenta a EFE Pazmiño.
"Me dicen que fue un milagro de la naturaleza", agrega este joven, de 27 años que siente, como se suele decir en estas situaciones, que aquel día volvió a nacer y que este día 31 cumple el primer año de su segunda vida.
La mayoría de los fallecidos se encontraban con Pazmiño en esa cancha que, en el momento de la tragedia, resguardaba de la fuerte lluvia a más de 50 personas mientras jugaban a voleibol, como en tantas otras veces que llovía fuerte en Quito, sin imaginar que aquella tarde parte de la montaña se les vendría abajo.
"Ellos eran como una segunda familia", recuerda mientras mira una pancarta colgada en una valla con las fotos de todos los fallecidos. Solo ese cartel recuerda lo que allí pasó. De la cancha techada no queda rastro.
"Cada día he tratado de olvidar, pero uno no deja de acordarse, sobre todo ahora que es época de lluvias, y hay truenos y el techo de la casa suena, (...) y no se descarta la posibilidad de que vuelva otro (aluvión)", teme Pazmiño.
TORMENTO Y SUFRIMIENTO
Para Juan Ignacio Tacuri, cuñado de uno de los fallecidos en el aluvión, este último año ha sido de "tormento y sufrimiento" al ver las secuelas que la pérdida de Wilmer Moreira dejó en su hermana e hijos, a los que ha tratado de "dar moral y ayuda para salir adelante".
"Con una muerte natural el dolor es más llevadero... pero con un accidente de la noche a la mañana no", lamenta a EFE Tacuri, que culpa a los exalcaldes de no haber hecho las suficientes obras de prevención y mitigación para evitar el desastre.
El cuñado de Moreira también recuerda la falta de la empatía de la gente con su hermana e incluso se animó a componer un poema que colgó en el poste de la antigua cancha de voleibol.
"Dejaste huella imborrable, padre honrado y amoroso. Siempre demostraste que fuiste un excelente esposo. Intachable ejemplar y sencillo, los amigos te despedimos, hasta pronto, gran 'Casquillo'. Se me queda el lamento de no poder verte jamás, pero de todos es el consuelo, de que con Dios descansarás en paz", lee entre lágrimas.
SIGUEN SIN DORMIR TRANQUILOS
Un poco más arriba de la cancha de voleibol está la casa de Patricio Sanguña, que no perdió a nadie pero sí su empresa de telecomunicaciones y un vehículo que se lo llevó la corriente. Sus ahorros los destinó en reconstruir la vivienda.
"La casa empezó a temblar y desde la ventana ya vimos cómo se llevaba mi camioneta", narra a EFE Sanguña mientras muestra fotos del estado irrecuperable en el que quedó el vehículo.
"Subimos al tercer piso para tratar de salvarnos, porque era una monstruosidad con árboles y con piedras, e ingresó hasta el fondo de mi casa, con 1,5 metros de altura. Puro lodo, basura, llantas y escombros", comenta sobre el material que tardaron dos semanas en extraer.
Un año después, para Sanguña ni el Gobierno ni el Municipio de Quito cumplieron con la ayuda prometida en forma de préstamos y obras de mitigación. Solo una valla con malla de metal es la única contención construida hasta ahora el barrio si se repite algo similar.
"No se ve aquí un gran dique que pueda contener y nosotros podamos dormir tranquilos, porque va a ser un año y aquí todavía estamos pendientes de ver qué puede pasar", sostiene.
Como homenaje a las víctimas, en el barrio está anunciada una ceremonia religiosa para el sábado en el descampado donde estaba la cancha de voleibol.