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La hamburguesa al carbón ofrece Edwin Estupiñán, en Mucho Lote 1.Jimmy Negrete / EXTRA

La 'jama', sazón anticrisis

Emprendedores buscan recuperarse ‘cortándole viada’ al desempleo. Entre marzo y septiembre pasados se perdieron 4.100 trabajos formales en el país.

“Hay que lanzarse al río, arriesgar, de lo contrario no progresarás”, expresa Verónica Sellán, mientras sirve una bandejita. Son las 19:30 de un viernes y con la preparación del plato a base de frejol, carne y choclo, la joven de 30 años está lista para abrir su negocio de comida rápida en la avenida Isidro Ayora, al pie de Samanes 2.

Los puestos y establecimientos del norte de Guayaquil, cuyos propietarios están conscientes de la lenta reactivación económica de la ciudad, se van multiplicando.

Esto, pese a que en plena crisis, según la Escuela de Negocios de la Espol (Espae), que en el país se encargó de tomar la opinión de más de 150 dueños de negocios, el 24.67% tuvo que cesar su negocio, indicando como principal razón la pandemia por la COVID-19.

La situación fue al que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el desempleo, a nivel nacional alcanzó el 13.3% de la Población Económicamente Activa (PEA) comparado con un 3.8% a diciembre del 2019.

‘El garrotazo’ es el menú estrella en el local Man Dingo, en Sauces 8.Jimmy Negrete / EXTRA

Sin embargo, de lamentos nadie vive y por eso, en el caso de Verónica, ella decidió invertir sus ahorros por el emprendimiento de alimentos, que expende en un vistoso quiosco rodante.

“Me gusta cocinar, por lo que solo tenía que definir los platos para ofrecer a la clientela, como hamburguesas y papi pollo”, expresa. Siempre ha preferido trabajar “sin jefe que la mande”. Hasta hace pocas semanas ofertaba ropa extranjera, que entregaba a domicilio con la ayuda de un familiar.

Verónica Sellán prepara la primera bandejita de su negocio, en Samanes 2.Jimmy Negrete / EXTRA

Pero resolvió cambiar de negocio cuando en una ocasión se salvó de ser asaltada mientras entregaba mercadería. Tenía previsto hacerlo en abril, pero la pandemia del COVID-19 “le cortó viada”.

A cien metros es ese puesto, Maribel Menéndez prepara la masa de la segunda pizza que ofrecerá a sus clientes que esa noche acuden a su quiosco. Mientras esparce el queso mozzarella, comenta que, gracias a unos ahorros, logró que el confinamiento no sea muy pesado para su familia, compuesta por su esposo, tres hijos y dos nietos.

También invirtió en legumbres y vegetales, que vendía a sus vecinos, en el sur de la ciudad, hasta que reabrió en agosto pasado. Admite que ha bajado la clientela en un 50 %, pero confía en que recuperará el otro porcentaje con su tradicional sazón con la que inició su negocio hace una década.

Su fe en que todo mejorará contrasta un poco con las cifras, pues el 69% de los consultados por la Espae señala haber sufrido un efecto negativo con la crisis y el 23% asegura haber sido “fuertemente afectado”, teniendo que soportar aún el riesgo de cierre.

Las cifras dadas por el ministro de Trabajo, Andrés Isch, al evaluar la aplicación de la Ley Humanitaria (el pasado 30 de septiembre, ante una comisión de la Asamblea) revelan que de marzo a septiembre, en 6 meses de la pandemia por la COVID-19, se perdieron 410.000 empleos formales en Ecuador.

Buscan innovar

La necesidad de recuperar comensales obliga a que algunos negocios de comida del norte apuesten por lo no habitual.

Por ejemplo, albacora y picudo al carbón ofrece el local ‘Lo bueno se repite’, situado en la avenida del Maestro, en Samanes 4. Como buenos manabitas, los esposos William Mendoza y Betty Ortiz también traen platos de su provincia, como viche de pescado y de camarón.

Sin descuidar la cocción de los pinchos de camarón, William comenta que el día que se declaró la emergencia (el 16 de marzo) justo se abastecían de productos para una semana de labores. “Al principio lo vimos como pérdida en la inversión, pero lo que guardamos permitió que, gracias a Dios, mi familia no se muera de hambre durante el confinamiento”, indica.

El restobar Clan Destino, en Las Orquídeas, apuesta por productos innovadores.Jimmy Negrete / EXTRA

Avanzando al parque de la sexta etapa de Mucho Lote 1, Edwin Estupiñán prepara las hamburguesas al carbón en pan artesanal de orégano. Es el plato estrella de su carretilla Sabor Oscuro.

También ofrece a sus comensales una hamburguesa ‘tuca’, a la que llama mamut, que contiene ingredientes como crema de queso, tocino y papas fritas.

“El negocio de la comida es de mucho sacrificio. Con mi esposa Evelyn Sánchez empezamos la jornada en la mañana con la compra de los ingredientes y cerramos a la medianoche, con la limpieza de la carretilla”, dice.

Mientras, los esposos Alejandro Espinoza y Nicole Ortega buscan recuperarse con la promoción de sus ‘mandingos’ y ‘garrotazos’, que tienen 30 y 80 centímetros, en su orden.

Man Dingo es el nombre del local de la pareja. Está situado en la avenida Gabriel Roldós, en Sauces 8. “El negocio está flojo aún. Toca ponerle más ‘ñeque’ para recuperarnos”, expresa Alejandro.

Nadie los baja del 'camello'

Andy Alejandro y Diana Robalino tenían todo listo para inaugurar La Tablita, en las calles Cristóbal Colón y la 12, suroeste de Guayaquil. Corrían los primeros días de febrero y los jóvenes, de 23 años, se habían metido de lleno en su emprendimiento.

Llegó marzo y “eso del COVID” ya no se veía como noticia tan lejana. Para entonces Andy había vendido su carrito, un Suzuki Forsa del 89, por el cual le dieron tres ‘lucas y media’. Con eso y un préstamo que les hizo doña Manuela Castro, la abuelita de Diana, terminaron de equipar su local, con mesas y bancos elaborados con tablas de palets por el propio Andy con ayuda de su papá Arturo.

Estaban listos, pero 3 días antes de la apertura se declaró la emergencia nacional y ‘se fregó todo’. Sin dinero y sin trabajo, la vieron difícil. Hasta que, hace pocos meses y permitidas ciertas actividades, pudieron abrir La Tablita, donde la megapapa , una bandeja rebosante de papas con queso cheedar, tocino, un chorizo de 30 cms, cebollín y queso rayado, es su plato estrella.

“Ha sido difícil, pero ahí vamos saliendo. Otra cosa es si nos hubiésemos puesto a lamentar, pero de la crisis se sale trabajando”, asegura Andy, quien tiene estudios en gastronomía.

Como ellos en la avenida Velasco Ibarra, la principal arteria de la ciudadela Bellavista, algunos negocios relacionados con la gastronomía surgieron tras los meses más críticos de la pandemia.

Es el caso de Manuel Jauregui, quien decidió asentar, hace tres meses, un restaurante y asadero de pollos a la altura de la calle Herradura. Él llegó desde Pascuales tras el cierre de otro negocio, pero se muestra optimista por el mayor movimiento que se registra en esta vía.

Daniel Tomalá y su primo también decidieron incursionar con un restaurante basado en platos típicos como chuzos asados, canastitas de verde, entre otros. Lo hicieron en julio pasado y el local fue bautizado como Chuzo Grill. Tomalá recuerda que el establecimiento inició con una pequeña parrilla, pocas mesas, y esperó a ver “qué tal”. Y le ha ido bien. Tanto que ha tenido que contratar hasta un chef para que prepare las salsas y platos más elaborados.

Carlos Pedreros, propietario del food truck El Patrón y presidente del Comité Barrial de Bellavista, acota que al igual que los otros dueños de locales se han visto empujados a reinventarse e iluminar más sus establecimientos con el fin de captar más clientela, que según él llega de sectores como Ceibos, Urdesa y hasta del suburbio.

“Ha sido positivo porque la avenida se ha convertido en un corredor gastronómico”, asegura.

En el suroeste y Bellavista le ‘meten ñeque’ a la gastronomía.Christian Vásconez / EXTRA

Igual ocurre en la calle Argentina, entre la 21 y la 22, convertida hoy en un minicorredor gastronómico con oferta de hamburguesas, platos a la carta, parrilladas y más. 

Aplicar la creatividad para lograr mantenerse

Las afectaciones económicas que han sufrido los restobares por los protocolos de bioseguridad no le bajan el ánimo a Andrea Dueñas en apostar por un negocio de ese tipo.

Hace pocas semanas, la joven de 29 años abrió Clan Destino, local ubicado en la avenida Francisco de Orellana, al pie de Las Orquídeas. 

En los últimos dos meses, en esa zona se registra un incremento de negocios de comidas rápidas. Solo en una cuadra hay una docena.

Andrea es del criterio que con creatividad y variedad se puede ganar clientela. Lo primero que hizo fue crear un ambiente rústico del establecimiento, con la ayuda de palets.

La chica elabora menús para los niños y jóvenes, como batidos y frozen de frutas. Mientras a los adultos les ofrece, por ejemplo, helados de michelada y cocteles.

También aplica el servicio de delivery (servicio a domicilio) y comparte su experiencia en redes sociales.