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Dos Caras pone el show en buses 'guayacos'
Williams Infante interpreta a un curioso personaje con faceta masculina y femenina. Actúa al son de canciones en los colectivos para ganar billete.
Con un maquillaje colorido en su rostro, Williams Infante Galindo lleva marcado su nuevo estilo de vida: entretener a los pasajeros de buses de transporte en Guayaquil y Quito. Así se gana el billete. Lo hace con el Dos Caras, un personaje que creó hace dos años y es un imán de miradas curiosas por adivinar el significado de su aspecto.
El lado izquierdo de su rostro está pintado de un tono blanquecino tan intenso que luce como aquellos turistas que se embarran con abundante bloqueador solar en la playa.
Ese lado de sus labios y mejillas tienen un rojo sutil. Y su ceja natural, que se camufla entre esos colores, es reemplazada con una gruesa línea negra puntiaguda en un extremo. Su ojo lleva delineador. La ‘pinta’ se complementa con unas extensiones oscuras con líneas fucsias.
Su vestimenta igualmente está dividida en dos partes y resalta la clara intención de tener una apariencia masculina y femenina al mismo tiempo.
Toda su imagen genera intriga entre el público, pero esta se acaba cuando pone canciones desde el parlante que se cruza por su torso y toma un micrófono que guarda en los bolsillos.
Williams se para en los pasillos de los colectivos de tal forma que los usuarios solo puedan ver, o bien su atuendo varonil o el de mujer, según el lado en que esté de pie.
Gesticula y mueve sus labios, como si realmente estuviera cantando. Las pistas tienen versos que son interpretados por un hombre y otros por una dama. Por eso se viste así, para tener la facilidad de actuar tanto de él o de ella.
En su papel de varón usa el brazo que le queda libre para agitarlo fuerte haciendo puño. Cuando hace de chica sonríe coquetamente mientras abre y cierra lentamente los ojos. Contonea la cadera y empuja los glúteos hacia atrás para proyectar sensualidad.
Siempre empieza con las mímicas masculinas. Cuando se pasa a la parte femenina ‘de una’ causa impresión en la gente. Lo miran, ríen, aplauden al ritmo de la melodía, le toman fotos, lo graban y hasta le silban como si se tratara de una ‘pelada’. Es todo un goce.
Williams tiene tres trajes que él mismo diseñó: uno de mariachi, otro que utiliza para vallenatos y el último para los ritmos de moda (con el que aparece en las fotos).
EL BORRACHITO GALÁN
Williams le dio vida a este personaje en 2019. El artista callejero, de 33 años, salió de su natal Puerto La Cruz, en el estado venezolano de Anzoátegui, hacia Bogotá, Colombia, buscando mejores días.
Empezó vendiendo galletas y caramelos. Tiempo después se trepó en las busetas para ‘camellar’ con una compatriota que conoció allá, asimismo, simulando cantar mientras hacían alguna gracia.
Juntos la cosa era más fácil. No tenía que hacer doble actuación.
La ‘chamba’ entre ambos duró tres meses. Luego, al quedarse solo, buscó la manera de continuar sin la necesidad de que participe otra persona. Así nació Dos Caras.
“Una vez que estaba en un carro un señor pasado de tragos pensó que la mujer era real y empezó a lanzarme besos. Gritaba que estaba bien ‘puesta’ hasta que después se dio cuenta de que era yo”, cuenta.
ENTRE QUITO Y GUAYAQUIL
Hace un año y ocho meses llegó a nuestro país. Vive en Quito, pero hace tres semanas vino a Guayaquil para ‘engordar’ la billetera. Dice que no le ha ido mal. Trabaja en ambas ciudades por temporadas.
El centro de la Perla del Pacífico se ha convertido en la zona estratégica para él, ya que buena parte de las unidades de transporte urbano pasan por ahí, también porque le resulta más fácil guiarse por el parque Centenario, la 9 de Octubre o el Malecón Simón Bolívar.
Le resultó ‘fregado’ poder subir a los vehículos de ciertas cooperativas. Hay vendedores que ya son fijos en esas rutas y tuvo que abrirse espacio. “Estaban con la duda de ver qué iba a hacer. Entonces les decía que me observaran para que se dieran cuenta”.
Cuando conocieron su show, los conductores le abrieron las puertas de los buses.
Ya lo conocen, lo saludan, lo joden, se toman fotos con él y en corto tiempo se ha vuelto uno más entre un pelotón de informales que salen a ‘frentear’ al desempleo.
DE LA SERIEDAD PASÓ A SER EXTROVERTIDO
Durante su estadía en Colombia, Williams también hizo el papel de un mimo que interpretaba melodías. Fue una decisión difícil. Nunca antes se había involucrado en actividades artísticas.
En su país estudió Derecho, pero no alcanzó a graduarse. Sin embargo, trabajaba en un estudio de abogados. También montó una funeraria. Siempre hizo cosas distintas.
Siempre se caracterizó por ser serio. Y el tipo de carrera universitaria que cursaba afianzó su formalidad. Eso hizo que se le hiciera difícil vencer el miedo de actuar frente a personas.
Pese a eso se propuso vencer esa barrera y lanzarse fuera de las cuatro paredes de su cuarto a ver qué resultado obtenía de su radical intención. “En la casa en donde me recibieron me dijeron que estaba loco cuando me vieron que iba a salir de mimo a trabajar”, recuerda entre risas.
Ese primer papel significó tanto para él, al punto de que en el brazo izquierdo se tatuó al mimo que interpretaba en Bogotá. La figura está acompañada de varias notas musicales en un pentagrama.
Su familia, al principio, se sorprendió de verlo en esta nueva faceta. Le decían que no tenía la necesidad de actuar. Pero él les explicó que se trata de un trabajo como cualquier otro, que le permite ganar dinero para sobrevivir.