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Desesperación, abandono y drama: lo que se vive en dos hospitales de Guayaquil
Un "trato de perros" aquejan familiares de pacientes que llegan a los hospitales de Los Ceibos y Abel Gilbert Pontón
Acostados sobre bancas, abrigándose del frío con cartones, bajo un techo sin paredes, aguantando helados ventarrones que erizan hasta el alma y con la desesperación de no saber cuál será el destino de sus parientes. Así esperan noticias los familiares de los pacientes en los exteriores del Hospital Los Ceibos, al oeste de Guayaquil.
(Lee además: Hospitales sin señal en Ecuador: El drama de los pacientes que no logran comunicarse)
En los exteriores de esta casa de salud, algunos reclaman el maltrato que —aseguran— reciben por parte de la administración, que se ha encargado de quitarles toda comodidad que les pueda hacer más llevadera la espera, mientras sus allegados convalecen al interior del edificio.
“Ayer (domingo 24 de noviembre) vinieron como a las diez y media de la noche y comenzaron a hacer bulla. Se les ocurrió a esa hora ponerse a limpiar el piso. Nos hicieron sacar los cartones, los colchones, las sábanas. Cortaron los cables donde estaban conectados los teléfonos y nos hicieron mover a otro lugar (un espacio más pequeño y menos protegido de las inclemencias del tiempo), pero no nos dejaron poner nada en el piso, así que tuvimos que dormir así (en asientos plásticos angostos e incómodos)”, contó Lourdes Guaisa, quien tuvo que pernoctar junto a una tía en el sitio, a la espera de la evolución médica de su padre, que estaba internado por una afección pulmonar.
Aseguró que pasaron pocos minutos desde que un equipo de EXTRA se retiró del lugar, luego de comprobar las inconformidades de los familiares, para que los guardias llegaran a sacarlos sin darles una opción ‘humana’ para pasar la noche.
“Una señora les dijo que por lo menos esperaran a la mañana, que ahí veía qué hacer, dónde llevarse las colchonetas, pero nada, nos sacaron como a un perro. Y a las cinco de la mañana volvieron a hacer un escándalo, diciéndonos que ya nos despertáramos y nos fuéramos. ¿A dónde? Si aquí está mi papá enfermo, me tengo que quedar”, reclamó.
La joven consideró que la atención por parte de los médicos había sido “muy buena”, aunque le habían pedido que comprara ‘por fuera’ una sonda para drenar líquido de los pulmones de su papá. “Costó 130 dólares, pero hay que entender que eso no es culpa de ellos (doctores y enfermeras), sino del hospital que no tiene insumos. Lo que está pésimo es el trato a las familias”, manifestó.
Sin embargo, otros ciudadanos rechazan esta afirmación y consideran que tanto la atención médica como el trato a los familiares son malos.
“Estoy aquí desde las once de la noche de ayer, son las nueve de la noche (del martes 26 de noviembre) y aún no suben a mi mamá a la sala. Ella tiene cáncer, llegó muy mal, descompensada, y la tienen casi un día en una camilla con un suero”, reclamó Freddy Sánchez.
Aseguró que él pasó la noche de pie, porque todos los asientos para esperar estaban ocupados. “Tampoco tenemos un lugar donde cargar los teléfonos para comunicarnos con la familia, que también quiere saber cómo está mi mami. Y para ir al baño tenemos que insistirles a los guardias, que están pendientes de que no te demores para sacarte”.
Durante el recorrido de EXTRA por las inmediaciones del hospital, se comprobó que en las salas de espera, tanto de consulta externa como de emergencias, las bancas se encuentran en mal estado, muchas de ellas rotas, sin respaldo, y son utilizadas como camas por familiares de pacientes e incluso personas sin hogar. Tampoco hay tomacorrientes ni un baño con acceso público.
Este Diario consultó al departamento de comunicaciones del hospital sobre las causas de los inconvenientes con el mobiliario y el trato a los familiares de los pacientes. También preguntó sobre la falta de insumos médicos y la supuesta sobrepoblación y falta de camas para los enfermos. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición no llegaron las respuestas a nuestro requerimiento.
Es una historia repetida
En el Abel Gilbert Pontón, en el suburbio porteño, la situación es similar o incluso peor. En este hospital, a diferencia del de Los Ceibos, no hay un perímetro cerrado con vigilancia, sino que las personas que esperan información de los pacientes deben hacerlo en la calle; y por la noche, a la hora de los cortes de energía, bajo una oscuridad total.
Quienes saben que deberán quedarse por varias horas, llevan consigo sillas, parasoles, cojines y todo lo que les pueda hacer más cómoda la situación. Incluso hay comerciantes que alquilan estos artículos a quienes no son precavidos o desconocen las peripecias de las vigilas.
En el interior de esta casa de salud, la situación no cambia mucho: sillas copadas por gente sentada y acostada, y familiares de pie, por horas, esperando el desenlace de la convalecencia de sus seres queridos.
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