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Pinchos gigantes en el sur de Quito: Historia y sabor cerca de una estación del Metro
Hace 25 años empezaron en una carreta. Ahora cuentan con una receta única, que deja más que satisfechos a sus visitantes, por apenas 4 dólares
En el sur de Quito hay un sector donde el humo huele a historia y el sabor tiene nombre propio: Los Superpinchos del Tío. Ahí, justo frente a la iglesia católica San Ignacio de Loyola, los vecinos no necesitan reloj. Saben que cuando el aroma a carne asada empieza a recorrer la intersección de las calles José Abarca y José María Alemán, en el corazón de Solanda, es hora de comer bien. El secreto: un pincho gigantesco que no cabe en una sola frase ni en la boca, pues tiene carne, pollo, mortadela, papa, maduro… todo ensartado en un solo ‘palito’.
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Una de las ventajas es que este lugar está ubicado a poca distancia de la estación del Metro de Quito de Solanda, como lo puede revisar en la siguiente ubicación de Google Maps y en el video que le mostramos más adelante.
Una miniparrillada atravesada en un pincho | Video
“Es como una miniparrillada en un pincho”, comenta Lucía Quito, quien junto a su esposo, Carlos Mina, fundó este popular negocio. La idea comenzó en una carreta. Solo vendían carne al inicio, pero el ingenio fue metiéndose entre los pedidos de los clientes: “y no tiene de pollo…? y si le pone papa…? y si le pone maduro…?”. Así nació este formato: un pincho rebosante con varias proteínas y carbohidratos. Una combinación que es a la vez plato fuerte, acompañamiento y conversación familiar, entre amigos amigos o parejas.
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Lucía es lojana, pero el sabor de su cocina tiene la esencia costeña. Ella cuenta que llegó a vivir en Guayaquil y allí conoció a Carlos, esmeraldeño de pura cepa. Se enamoraron, se juntaron, y viajaron a Quito a probar suerte. Lo que empezó como un experimento se transformó en un sustento para la familia. Hoy, sostiene que el negocio les ha permitido educar a sus hijos, mantenerse a flote y consolidar una clientela que creció viendo cómo el humo de sus parrillas se convertía en la rutina habitual de este icónico sector capitalino.
Antes de los pinchos gigantes se forjó una historia
Empezaron al lado del parque, en la vereda, con una parrilla improvisada. Vendían desde la tarde, luego de preparar todo en casa. Fueron diez años de calle, hasta que la asociación de comerciantes a la que pertenecían tuvo que cambiar de lugar, pero ellos decidieron no moverse a un nuevo espacio que les ofrecían y apostaron por quedarse donde la gente ya los conocía. Y acertaron. Abrieron un pequeño local, decorado en verde como homenaje a la provincia del Tío, y desde ahí han seguido creciendo. “Gracias a Dios sí les gusta. Los clientes salen satisfechos. Vienen, recomiendan, y se quedan”, dice Lucía con una sonrisa que no suelta, ni cuando debe cobrar o servir alimentos.
Pinchos gigantes, menestras y más: un menú variado
Los pinchos fueron el inicio, pero no el techo de este emprendimiento. Hace unos 15 años, cuando ya tenían local propio, comenzaron a preparar menestras. “Las pedían mucho, y bueno, nos lanzamos. Hoy en día son parte de nuestros platos estrella”, cuenta Lucía. Las hay con frejol o lenteja, y pueden ir acompañadas de chuleta, carne o pollo.
La receta es secreta, pero se nota que tiene alma esmeraldeña. Y eso no pasa desapercibido. Quien llega por primera vez termina regresando. Quien ya conoce, recomienda. “A mí me trajo un amigo. Me dijo: tienes que probar esas menestras. Y aquí estoy, repitiendo”, comenta un cliente mientras espera su pedido.

El Tío y su legado
A Carlos Mina todos lo conocen como ‘el Tío’. El apodo viene de años atrás, pero quedó tatuado en el letrero del negocio. “Mi papi es el Tío. Por eso se llaman así, y porque los pinchos son súper... son megasúper. Gigantescos. No hay otro igual”, dice, con orgullo Bryan (hijo de los dueños), quien está a cargo de la parrilla.
El vástago precisa que la preparación de los productos toma bastante tiempo: “casi todo el día”, para en la tarde llevarlos a la parrilla, al fuego. “Es una comida diferente. Una gastronomía que no se encuentra en otro lado”, afirma. Y no exagera. Un solo pincho puede ‘tranquilamente’ alimentar a dos personas. Por eso, Bryan reitera que es perfecto para ir con la novia, en familia o los panas. Además, el lugar tiene ese ambiente familiar, que se siente cómodo y cercano, como una cena hecha en casa, pero servida en un clásica ‘hueca’.
Clientela fiel al pincho gigante en Solanda
Welington Ortiz lleva “años” visitando este lugar. Lo dice sin rodeos: “No es un pincho común y corriente. Es un pincho que llena. Para el que tiene un estómago grande...”. Su risa se mezcla con el sonido de la carne en el asador. Como él, hay decenas de clientes que llegan a diario. Algunos lo hacen por costumbre, otros por descubrimiento, pero todos coinciden en algo: aquí se come bien. Y mucho, a buen precio, pues el pincho gigante cuesta 4 dólares y es como -bien lo han dicho- una miniparrillada.

¿Cuándo atienden en los Superpinchos del Tío para probar los pinchos gigantes?
Los Superpinchos del Tío atienden desde las 15:30 hasta las 22:30. De martes a domingo, y también los feriados. Porque el fuego no entiende de calendarios, y el apetito mucho menos. Lucía lo resume con un mensaje simple, pero profundo: “Con trabajo y esfuerzo se puede mantener una familia. Que vengan, que prueben, que disfruten. Aquí les esperamos”.
Es así que este emprendimiento, que se ha convertido en una importante ‘hueca’ del sur capitalino, lleva un cuarto de siglo alimentando estómagos y corazones. Y lo seguirá haciendo mientras haya brasas, carne, sazón... y un Tío que lo cuente.
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