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Drama
Abuela lucha contra la artrosis para mantener a sus nietos
Con 60 dólares al mes trata de alimentar a los tres niños, a quienes cría como hijos, pues su madre murió y su padre los abandonó. Dos de los pequeños nunca han estudiado. Su casa está deteriorada
Le cuesta caminar. La artrosis ha limitado el andar de Paquita Sánchez. Le duele cada paso. También le duele la vida. Pero no se deja vencer...
Con todo y padecimiento, la mujer, de 59 años, sale a diario a buscar la comida para sus nietos, a quienes cría como hijos desde hace un año, pues ellos perdieron a su madre, Rocío Herrera Sánchez, quien falleció de tuberculosis y, al mismo tiempo, su padre los abandonó.
Desde entonces, Paquita se encarga de Diana (13 años), Angie (11) e Israel Sandunga Herrera (9). “Hoy almorzamos locro de choclo (agua, papa y choclo) con arroz, no alcanzó para más. Cuando hay plata comemos arroz con tortilla de huevo y cuando no, un verde con agua de anís o canela. Gracias a Dios y mientras esté viva no se acostarán con la barriga vacía. Saldré a buscarla, aunque arrastre los pies”, señala.
Le duele controlarle la comida a sus chicos o decirles que no coman a cada rato, porque se les acaba el alimento. “Me parte el alma hacerlo, pero a veces me siento mal y no salgo a trabajar, después quién les da”.
Al preguntarle qué pasaría si ella se enferma o muere, enmudece y sus ojos brillan, como si quisiera llorar, pero disimula su preocupación porque están sus ‘hijos’ presentes y no quiere angustiarlos.
Ella es su único pariente y sostén en la vida. Por ellos lava ropa o cocina en una casa de La Saiba, en el sur de Guayaquil. Gana de 3 a 4 dólares diarios, cuando hay ‘camello’.
De lunes a viernes sale de su vivienda, ubicada en la cooperativa Vencer o Morir III, en la Isla Trinitaria, suroeste porteño. Para ir a trabajar toma una tricimoto que la traslada hasta la Perimetral, le cobran 0,25 centavos.
Agarra un bus que la lleva hasta su ‘camello’; paga 0,30 centavos más. Ida y venida gasta $ 1,10, le quedaría 2,90, cuando gana cuatro ‘latas’. Pero cuando va con los niños, termina con centavos.
“Si la señora dejara de ayudarme, no tendría ingreso. Le digo: “Por lo menos deme para la comida”. Me bendice dentro de lo que puede y se lo agradezco”, expresa.
“Voy a cocinar o lavar, pero regreso ‘muerta’ con los dolores en las rodillas”, señala Paquita.
No saben leer ni escribir
No solo la comida le preocupa, también el estudio de sus nietos. Angie es la única que recibe clases, sus ñaños jamás han pasado por una escuela, no saben leer ni escribir.
“Angie está en séptimo de básica porque ella se crió conmigo; lastimosamente sus padres no le dieron importancia al estudio”, manifiesta.
También le preocupa el estado de su casa de caña y madera, cuyo techo de zinc parece colador, tiene algunos huecos, que son tapados con cinta adhesiva. Y en el centro de la ‘sala-dormitorio’ está una caña, que evita que la cubierta se caiga.
El piso es de tierra, su superficie es irregular y por su enfermedad le es complicado desplazarse. Cuando llueve, por las goteras, se hace lodo y se resbala, en varias ocasiones se ha caído. “Cuando llueve con viento tenemos que forrar las paredes con plástico para que el agua no entre. A veces se mojan los colchones y nos toca dormir así, eso me hace daño”.
Sin carnet y bono
Humberto Quinde, dirigente barrial, ha intentado ayudar a Paquita para que obtenga el carnet de discapacidad, pero se lo negaron.
Paquita recibía 50 dólares del bono de desarrollo humano, pero justo antes de la pandemia hizo un préstamo a BanEcuador y por ello el dinero del bono fue suspendido.
“Fue Dios quien me permitió hacer el crédito antes de que iniciara la pandemia. Con ese dinero pude alimentar a mis niños en el tiempo de encierro”.
Así sobrevive Paquita y sus ‘hijos’, a punta de la caridad de otros. Sus nietos no entienden lo que les ha tocado vivir, solo le piden a Dios que le dé mucha fuerza y salud a su abuelita, porque no imaginan una vida sin ella...
Otras carencias
- Diagnóstico: Hace 15 años le apareció la enfermedad, pero se ha agudizado desde 2018. No tiene plata para chequeos y tratamiento.
- Con las justas: De la cocina solo le funciona una hornilla. La ‘refri’ es regalada y se le escapa el gas. En su interior solo tienen jugos que le dan en la escuela de la única nieta que estudia.