El próximo lunes 24 de mayo, en el pleno de la Asamblea Nacional, le tocará al presidente constitucional saliente, Lenín Moreno Garcés, entregar el poder al nuevo jefe de Estado, Guillermo Lasso, quien triunfó en las elecciones presidenciales del 11 de abril pasado.

Moreno ha asegurado que no queda ninguna “mesa servida”, de la que su antecesor, Rafael Correa, sí se jactaba, cuando entregó su banda presidencial. Difícil panorama para Lasso.

Haciendo un balance de su mandato, Lenín termina con un pobre nivel de popularidad, debido a un cúmulo de problemas que han rodeado su gestión, como por ejemplo funcionarios vinculados en actos de corrupción, mal manejo de la pandemia de COVID, elevado clima de inseguridad, el palanqueo en el plan de vacunación, entre otros.

Pocas ofertas de Lenín se han cumplido, y entregó el control económico de hospitales públicos a cambio de apoyo político, lo cual fue criticado por toda la ciudadanía.

Pese a que se desmarcó del correísmo y le cerró la puerta al regreso de Rafael Correa, el saliente mandatario no pudo eludir el resentimiento de diferentes sectores de la sociedad que le achacaron ciertos ajustes económicos, cuando las familias tratan de comer con un par de dólares.