La sede del Poder Legislativo, el órgano gubernamental que se jacta de representar y trabajar por el pueblo, nuevamente demuestra, a través de sus legisladores, la falta de respeto a la solemnidad del lugar. El último incidente, el bailoteo al ritmo de tecnocumbia de un grupo musical en el salón principal de la Asamblea Nacional, se suma a la larga lista de bochornos y escándalos que afectan la imagen de la institución.

Cuando los ciudadanos observan que se lleva a cabo una actividad de este tipo en un lugar que debería ser el centro de la política y la toma de decisiones serias, se genera un profundo desinterés y desconfianza hacia la institución. ¿Cómo podemos esperar que la ciudadanía valore el trabajo legislativo si se permite que la Asamblea se convierta en un escenario de entretenimiento, ajeno a sus funciones?

En este mismo recinto, donde los ‘honorables’ se han enfrentado ‘a quiños’, han sacado a relucir armas de fuego, han intercambiado insultos de todo calibre, donde se han acusado de tráfico de influencias, corrupción y otras tantas prácticas nefastas, e incluso se ha aprobado el Día del Bizcocho, en lugar de centrarse en la búsqueda de soluciones reales para sacar al país de la crisis económica, social y política, los legisladores se entretienen en eventos que desvían la atención de lo realmente importante. ¡Aplausos!