Los ecuatorianos se preparan para soportar, durante 33 días, el ‘bombardeo’ de propuestas y promesas de campaña de los candidatos a la Presidencia, así como de los aspirantes a la Asamblea Nacional y al Parlamento Andino. Algunas serán alcanzables y factibles de cumplir en los cuatro años de gestión, otras serán imposibles de concretar, y algunas bordearán la demagogia y el populismo.

¿Qué se puede esperar de esa ‘montaña’ de políticos? Lo mínimo es un poco de decencia y responsabilidad en sus promesas. Que sean viables y, sobre todo, que pongan el interés del país y la lucha contra la corrupción en los primeros lugares de sus prioridades. Porque cumplir con el pueblo no es un favor, sino un deber.

Los que salgan ‘favorecidos’, gracias al voto del pueblo, para ocupar cualquiera de los altos cargos que se escogerán este próximo 9 de febrero deben tener claro que su trabajo es para el país, no para satisfacer sus propios intereses o los de grupos oscuros. Los votantes los elegirán, y los contribuyentes serán los que paguen sus sueldos todos los meses. Al final, son ellos a quienes deben rendir cuentas. Traicionar esa confianza tiene un costo, y no será fácil de olvidar. Una vez más, ¡que Dios bendiga al Ecuador!