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Opinión
Huésped incómodo en nuestra embajada
El australiano Julian Assange lleva refugiado en la embajada del Ecuador en Londres varios años, y en el ya concluido gobierno de Rafael Correa mereció, por parte del servicio exterior ecuatoriano, una cuestionada disposición de afecto y solidaridad.
Assange no comprendió nunca que un huésped, especialmente si es alguien que tiene sobre su cabeza un proceso penal, debe guardar la mejor compostura y el mayor respeto, lo cual ocurrió, porque el gobierno de Correa parecía más bien solidario con ese incómodo huésped que con los propios intereses y el prestigio internacional del Ecuador.
Hoy vuelve Assange a sus andadas, convirtiéndose en una especie de adelantado respecto de la postura separatista de Cataluña. Y esa postura debe haber disgustado tanto al rey español como al jefe de gobierno en Madrid, porque los dos han mantenido con el Ecuador una relación no solo política, sino también de carácter económico en varios asuntos que han interesado fundamentalmente al Ecuador.
Ya terminó el gobierno de Correa y es hora de que el nuevo régimen imponga a su incómodo huésped en nuestra embajada en Londres una severa actitud que no comprometa más los intereses exteriores de nuestro país.