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Columnas: ...Cuando pedíamos “una caridad para el año viejo...”

SIN DUDA HAN cambiado las costumbres de fin de año entre nosotros. Quienes pasamos de 60, 70 o más años recordamos que en nuestra juventud la tradición de los “años viejos” era diferente.

SIN DUDA HAN cambiado las costumbres de fin de año entre nosotros. Quienes pasamos de 60, 70 o más años recordamos que en nuestra juventud la tradición de los “años viejos” era diferente, pues se aprovechaba la fecha para manifestar el malestar o el repudio para alguna autoridad de entonces, ya sea el presidente de la República, el alcalde de la ciudad o cualquier otra figura importante a quien se repudiaba, aunque algunas veces con cierta injusticia. A nadie se le ocurría comprar el muñeco sino elaborarlo en casa, entre familiares y amigos, utilizando una pijama vieja o alguna ropa ya en desususo de nuestros mayores.

Y la careta era de alguien repudiado en esos días, ya sea un personaje nacional o internacional.

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QUIENES PASAMOS LA juventud en los días de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) recordamos que las caretas más comunes eran las de Hitler, Mussolini o Hirohito (dictadores de Alemania e Italia y emperador del Japón) y era lo único que se compraba. Pero lo más tradicional eran los alegres grupos de jóvenes que recorríamos las calles del barrio pidiendo “una caridad para el año viejo”, y con lo recaudado comprábamos golosinas que comíamos -entre “panas”- a eso de las 11 de la noche, y luego nos retirábamos a nuestros hogares para la tradicional cena en compañía de los padres y más familiares. (No faltaba también “la viuda”, que era el más audaz del grupo que se disfrazaba y fingía llorar, tarrito en mano...).