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Opinión

Columna: Dr. Gil Barragán Romero

El pasado 6, el Dr. Gil Barragán cesó su vida terrenal dejando una estela luminosa de ejemplo para todas las generaciones.

El pasado 6, el Dr. Gil Barragán cesó su vida terrenal dejando una estela luminosa de ejemplo para todas las generaciones.

Fue presidente del Fondo de Solidaridad y del Tribunal de Garantías Constitucionales, conjuez de la Corte Suprema de Justicia, vicepresidente de la Cámara Nacional de Representantes, Diputado, ministro de Bienestar Social y Trabajo, entre otros.

Una de sus facetas más valiosas, sobre todo para quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos, fue la de haber ejercido la cátedra en el Vicente Rocafuerte y en la Universidad de Guayaquil. En sus clases inolvidables, llenas de erudición, nos transmitía su saber con enorme dosis de pedagogía, tanto, que aún aplicamos sus sabias enseñanzas de Derecho Constitucional.

Hoy, cuando el país se debate por salir del marasmo de la corrupción, figuras como la del Dr. Barragán nos hacen tener fe en un futuro promisorio, teniéndolo como referente de una época de gloria para la Universidad de Guayaquil, en la que muchos ilustres prohombres se sacrificaron para compartir sus conocimientos con sus pupilos. Tenía razón cuando decía: “El éxito de un alumno es la gloria de un maestro”, “Como profesor me siento satisfecho”. Y nosotros también.

El maestro dejó de existir, pero nos legó su impecable forma de ser: Un caballero talentoso, honesto y noble que amó a su patria. Una calle de Guayaquil con su nombre ayudaría a perennizar su recuerdo.