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Judicial
La Carita de Dios ahora vive aterrada
El crimen múltiple dentro de un chongo, del norte de la urbe, ha cambiado el panorama de inseguridad en Quito.
Para Diego Chillagana, trabajar en su taxi se ha convertido en un suplicio. “Vivo en constante zozobra por la delincuencia y ahora mucho más”, refirió luego de conocer sobre la masacre ocurrida dentro de un chongo del norte de Quito.
El hecho dejó a cuatro muertos, tanto dentro como afuera de ese night club. Y entre ellos había un taxista, lo que para Chillagana fue sorpresivo y demuestra que la percepción de inseguridad en la Carita de Dios ha cambiado.
“Así, uno no está seguro en ninguna parte”, confesó el conductor que ahora no puede confiarse ni en sus clientes.
Hasta ahora, aquel caso provocado supuestamente por un problema de extorsión no ha sido explicado detalladamente desde la Policía. Para Marcel Merizalde, analista político y de seguridad, esto es una clara muestra de que las autoridades han perdido la batalla en contra de la delincuencia.
“No hay ciudadano en el país que esté seguro. Nadie sabe si regresará a su casa a salvo”, criticó Merizalde. Pero añadió que no solo son las muertes, sino también los secuestros en Quito que están a la orden del día.
Catedrático
Una niña en la orfandad
Pero Chillagana no es el único indignado. A su sentir se unió una pariente de Diana Caicedo, una de las cuatro víctimas que dejó el ataque armado del pasado 17 de marzo.
Ella fue la única en romper el hermetismo que surgió tras el múltiple crimen que todavía no ha sido atribuido a alguna banda criminal que opere en la capital.
La pariente habló para una radio de Manabí, de donde era oriunda Caicedo y quien había llegado a Quito a laborar. “Ella estaba trabajando en un restaurante y le envió un mensaje (la fecha del crimen) a mi hermano para decirle que habían llegado unos sujetos sospechosos a donde laboraba. Se sintió muy atemorizada”, contó la cuñada de la baleada.
A decir de la allegada, los sicarios, antes de entrar al chongo, mataron a la víctima, por lo que presume que no quisieron dejar testigos del hecho.
“No entiendo por qué mataron a una persona que no hacía daño a nadie. Incluso deja en la orfandad a una niñita de cinco años”, lamentó la mujer, a quien se le quedó en la memoria la imagen de Caicedo baleada y tirada en el piso con su delantal todavía puesto.
Mensaje criminal
Ante esto, Daniel Pontón, decano de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), dijo que los criminales dejaron un claro mensaje de terror. “Por lo visto, lo hicieron para atemorizar, ya sea a otro grupo rival o a un determinado grupo de personas”.
Acotó que a pesar de la magnitud de la masacre en la que se usaron fusiles y hasta explosivos, esto no es considerado como un acto terrorista. Pero Pontón sí detalló que la forma en la que atacaron da cuenta de una escalada de violencia preocupante en la capital. “Es algo que yo ya vine advirtiendo tiempo atrás”.
Taxista