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De reportero a heladero: La historia de Jorge Salazar y su negocio de helados
El periodista está a cargo de uno de los postres más antiguos de Guayaquil, que creó su familia y cuya base es el coco
Alejado hace cuatro meses del periodismo, el comunicador Jorge Salazar decidió dedicarse de lleno a su segundo amor: los helados. Luego de salir de RTS, donde laboró como reportero del noticiero matutino, hasta el primero de julio, Jorge retomó el negocio familiar.
Actualmente, junto a su hermana Lucciola, quien también se desempeñó como reportera, su mamá y hermano, abrieron una pequeña empresa que se dedica a la producción de esta golosina que la distribuyen en más de una veintena de markets y supermercados en el área de Samborondón.
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La idea de tener su propia marca nació hace cuatro años durante el último confinamiento por COVID-19 y ante la inseguridad económica que atravesaba el país. Sin embargo, su producto que estaba ligado a la marca familiar, que se creó hace más de seis décadas, no se vendió lo suficiente.
“Todos me pedían los helados de coco que vendían sobre barquillos crocantes, mi padre y otros parientes, cuando recorrían en carretas cilíndricas de madera y metal los diferentes sectores de Guayaquil”, relata el periodista.
A ese postre que nunca faltó en su hogar, el expreportero le debe todo. Su formación profesional y la de sus hermanos salió de las ganancias. Era 1980 cuando su padre Roberto Salazar llegó desde Machala por sugerencia de su tío Humberto Oleas, para que se uniera al negocio de la producción y venta de helados con sabor a coco, fórmula que hasta el día de hoy mantienen y que transporta a la infancia a todos quienes la saborean. Es como si aún escucharan el claxon o la corneta que anunciaba la llegada del heladero.
La preparación de ese postre, que con el tiempo se convirtió en la golosina favorita de los guayaquileños, nació en la década del 50 en la ciudadela 9 de octubre, de la mano de Oleas, ya fallecido. Salazar recorrió por mucho tiempo el centro de la urbe porteña, hasta que decidió independizarse. Sus helados siempre estuvieron presentes en todo tipo de eventos, especialmente fuera de los estadios. Los aficionados eran sus compradores fijos.
“Mis clientes de 60 años me cuentan que ellos comían ese helado cuando eran niños. La mayoría vivía en en el barrio del Centenario, luego pasaron a Urdesa y de ahí al área de La puntilla y Samborondón. Aunque parezca increíble, ese sector es fuerte, porque sus residentes tienen una conexión especial con los helados y sus sabores. Se fijan mucho en la calidad y en el servicio”, detalla Salazar, quien ha diversificado los sabores que los crean a partir de las frutas naturales.
El más pedido por tradición es el de coco, cuya preparación es el secreto mejor guardado, dentro de la pequeña fábrica que fue impulsada por su mamá. Aunque el de naranjilla fue incluido hace muchos años para su venta en las carretas, actualmente los hay de mora, ron pasas, chocolate y capuchino.
Los hermanos lo cambiaron todo, desde el branding, logotipo, colores, hasta las carretas que ya no son cilíndricas, sino cuadradas y metálicas. Cuando el padre de los Salazar trajo a todos sus hermanos para que también se integren a la venta de helados, la marca creció de manera desordenada y empírica. Tratando de salvarla, Jorge y Lucciola quisieron patentarla, pero se encontraron con que estaba bloqueada.
“Una empresa panameña la tiene, pero sin darle uso. Por esa razón patenté la mía, pero la gente quiere la marca familiar, la de siempre, la que ellos recuerdan. Estamos luchando a ver qué se puede hacer. Todo esto es complejo y caro”, resume Jorge.
Jorge se dedica a las operaciones y conexiones con los clientes
El trabajo de la familia es coordinado. Mientras él se dedica a las operaciones y conexiones con los clientes, Lucciola, está tras del Marketing y las Relaciones públicas, mientras que su mamá, papá y hermanos laboran internamente.
“Un barquillito de helado ponía feliz a todos por igual, sin importar su estatus y procedencia. Igual lo disfrutaban ricos y pobres, desde el norte al sur de Guayaquil. Tenemos fotos de la primera carreta, un primo de mi papá guarda una de esa época, pero no hay apertura, no hay cómo llegar, lo que sí es que tenemos un prototipo de la primera carreta”, comenta el comunicador, quien está trabajando para que sus helados estén en cada rincón del país y no solo en Guayaquil, donde nació.