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Un loco del boxeo suelto en el suburbio de Guayaquil
Un personaje en las calles 14 y Pancho Segura. Fue boxeador y cantante, a sus 64 años le enseña a los niños y jóvenes de Guayaquil el arte del box
Es la barriada del Cisne dos, en pleno suburbio de Guayaquil. En la calle, en la 14 y Pancho Segura, se han colocado unos neumáticos de carro. Un grupo de chicos brinca ligeramente sobre ellos para mantener el equilibrio, mientras amagan con boxear. A un lado, un letrero que dice: Escuela de Box Sixto Chamorro.
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Y ahí mismo, con ellos, está Sixto, un hombre que entre los años 70 y 80 hizo del box su profesión. En realidad él es un trotamundo del deporte. Pasó varios años en Chile y hace unos 6 años se regresó a su querido Ecuador.
Ahora está haciendo lo que más le gusta, enseñar el deporte de los puños. Sixto tiene dos metas: la primera es poder darle a los chicos otra opción que no sea fútbol; la segunda tiene que ver con el tema social, que la cabeza de los chicos esté enfocada en hacer deporte.
“¡Una vuelta más, comenzamos a darle a la piña!”, instruye al grupo de chicos como parte de la práctica del día.
Carlos Espinoza, uno de los alumnos, dice que con Chamorro se aprende box, que “es muy bueno”, pero sobre todo resalta el carisma y que “nos habla como un padre, a ratos fuerte, pero cuando es de alabar una acción lo hace”.
Y Sixto tiene claro el por qué está ahí, con esos muchachos. “Lo que sé lo enseño, porque uno tiene que retribuir lo que la vida te da”, dice, mientras sonríe cuando recuerda que lo llamaban La Figura y que fue campeón nacional en la categoría de peso welter junior en la década de los 80.
Nació en Borbón, Esmeraldas, pero hizo su vida deportiva entre Guayaquil y Chile.
CASADO, PERO CON EL BOX
Chamorro tiene dos turnos de preparación, en la mañana de 09:00 a 10:00 y en la tarde desde las 16:00.Dice que todo comenzó con un sueño, el tener un gimnasio como el que poseía en Chile. Pero aquí lo hace con un tinte social y también busca incentivar a chicas que le guste el box.
Dice que no ha sido fácil, porque todo lo que tiene es gracias a la autogestión. No tiene el apoyo de nadie y se ayuda con lo que puedan aportar sus alumnos, aunque eso es poco, apenas le alcanza para pagar el cuarto donde están las herramientas de entrenamiento.
Tiene 64 años y por ahora es un hombre soltero, “pero no porque no me haya salido una dama”, lo hace para no tener preocupaciones “y que no me estén controlando cuando me voy a los entrenamientos”.
Así como enseña el buen box, también dice que le hace a la música salsa. Su cuerpo siempre le pide baile y hasta es medio artista, pues está en varios grupos musicales, canta en restaurantes y cumpleaños donde lo lleven. “Y para tener esa vida debo ser soltero”, insiste para dejar claras las cosas, como si lanzara un gancho directo a cualquier intento de ‘amarrarlo’.
“Yo soy corista y también toco las maracas, creo que tengo alma y pinta de artista”, expresa Chamorro, quien también era conocido como el Rey de la cintura.
DEJEN DE ANDAR CHATEANDO
Gracias al box puede tener una vida saludable al máximo, pues todos los días entrena. “Le digo a los chicos que tienen que dejar un rato esos teléfonos, que la actividad deportiva al final les dará mucha salud; en mi caso es lo que me mantiene activo, el deporte es una regalo de Dios poder tener buena salud”, sentencia Chamorro.
Su trabajo en el suburbio comienza de cero. Hay chicos que llegan solo con la noción de poder dar puñete y nada más. Entonces él les explica que el box es un deporte de concentración, sobre todo de aprender a controlar el temperamento.
“Lo primero que les digo es que el box no es para salir y decir que son los mejores dando puñete al estilo callejero. Esto es un deporte, necesitan ser guiados y tener claro a dónde van”, asegura.
Sobre las llantas fuera de su gimnasio, que llaman la atención, dice que las consiguió en una llantera cercana y que sirven para hacer trabajos de sus chicos. Además, es una manera de abaratar costos del gimnasio.
“Aquí entrenamos a diario, el boxeo es un deporte realmente maravilloso, porque te ayuda a mantenerte físicamente bien, pero ayuda a tener control de tus emociones”, expresa Gerardo, uno de los chicos que asiste al gimnasio de La Figura Chamorro.
EL SUEÑO QUE NO SE DIO
A sus 64 años, confiesa que tuvo un sueño grande cuando era boxeador: “Siempre me imaginaba llegar a Nueva York, representar a mi país, levantar la bandera de Ecuador y luego de eso me quedaba en el hotel y desaparecía de la delegación y hacía mi vida allá. Era una locura y ahora sé que no estaba bien lo que iba a hacer”.
Ahora, Chamorro dice que “eso no se dio y aquí estoy en pleno suburbio de Guayaquil, pero muy feliz de lo que hago”.
El exboxeador, quien es padre de cinco hijos -todos mayores de edad- y tiene varios nietos, insiste, una vez más, que “volver a casarse ya no, porque soy un artista del box y necesito tiempo para dedicarle a mis alumnos”.
Carlos, un vecino del lugar que mira de reojo la labor de Chamorro y trata de cuidarlo de los ‘chicos malos’, refiere que “cuando instaló el gimnasio pensábamos que estaba loco, pero luego nos dimos cuenta que es un tipo que solo quiere el bien para los muchachos, por eso tratamos de cuidarlo”.
Y es que en la 14 y Pancho Segura está un ‘loco’ del boxeo, que gasta su tiempo en darle a los chicos todo lo que sabe de este deporte. Su mejor paga, la satisfacción de verlos felices boxeando.
¡VAMOS A AYUDARLOS, MI GENTE!
Cuando puede, un amigo del sector de La Caraguay, al sur de Guayaquil, le da la mano con los equipos de entrenamientos. A su ‘gimnasio’ le faltan sacos, guantes y la mayor parte de implementación básicos, pero él se las ingenia para enseñar.
“Sé que los lectores de EXTRA son de buen corazón, ojalá me puedan ayudar con implementos; no son para mí, le servirán a la juventud”, dice lleno de fe.
Y es que este veterano del boxeo le tiene fe a los muchachos. “Yo les digo que aprovechen su juventud y que ahora es el tiempo, en vez de estar en las esquinas o dedicado al chateo, que practiquen el buen box”, expresa Chamorro, a quien se le humedecen los ojos cuando recuerda que a los colegas del cuadrilátero de su época no los ve, la mayoría se ha ido al cielo.
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