La gran final del torneo más apasionante de los barrios, el Campeón de Campeones, se definió en una tensa tanda de penales en la que Barcelona de la Liga Barrial La Oriental, uno de los tradicionales en el torneo, se coronó campeón gracias a una brillante actuación de su arquero Nicolay Guzmán, quien atajó tres penales de Atlético Junior, de La Floresta.

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El estadio de la Federación de Ligas de Quito, en el norte de la capital, se llenó para vivir la definición del torneo emblema de los barrios, con un Barcelona que llegaba con la chapa de favorito al ser uno de los equipos más representativos del torneo y un Atlético Junior que, de la mano de Eder Valencia (hermano de Antonio), había sorprendido metiéndose en la final con un invicto de catorce partidos.

Pero los antecedentes quedan atrás cuando se trata de estos cotejos decisivos. Ambos equipos demostrarían, una vez más, por qué gusta tanto este torneo, aunque el primer tiempo resultó con pocas llegadas de gol, pues parecían respetarse demasiado. Totalmente distinto a lo que sería el segundo tiempo.

Aunque Atlético Junior tenía la pelota más tiempo, Barcelona empezó a ser más peligroso con pocos toques o pases al área, haciendo que los de La Floresta se descontrolen. Fueron perdiendo la concentración y en solo cinco minutos recibieron dos goles, uno en un mano a mano por parte de Hugo Bedoya, y el segundo, de cabeza, a cargo del capitán amarillo, Paolo Granja.

Con veinte minutos por delante, el partido seguía abierto y la tensión se instaló cuando llegó el descuento por medio de Darwin Salas de un cabezazo tras un tiro libre de Eder Valencia. Ese gol significó el empuje para el equipo azul, que empezó a ser más frecuente en el área rival, aunque arriesgando atrás.

En una de las llegadas del cuadro de La Floresta, Marco Cadena cometió una clara falta sobre Jorge López en el área. El árbitro no dudó en sancionar el penal y eso desencadenó la ira de la hinchada de Barcelona ubicada en la tribuna principal. Entonces empezaron a ‘llover’ botellas, cubos de hielo y hasta un hueso de pollo sobre el banquillo de Atlético Junior.

Los incidentes hicieron temer por la seguridad del cotejo y entre los dirigentes de la Federación de Ligas se planteaban si sería conveniente reanudar con público y que se realicen los penales que vendrían.

El árbitro Roberto Sánchez, que se desenvuelve en la serie A, consideró que la calma había vuelto a las gradas transcurridos los minutos y ordenó que se cobre el penal. Lo ejecutó Eder Valencia y en principio fue atajado, pero el golero dejó el rebote, habilitando nuevamente, y en ese segundo toque el exprofesional lo mandó dentro.

Para Nicolay Guzmán no era un día más, él salió a la cancha con una motivación extra. Mientras él disputaba la final, en su familia se vivía la misa de recuerdo de su abuelo, fallecido hace cuatro años. Él no pudo ir, pero no dejó de pensarlo mientras atajaba y, menos cuando celebraba su gran actuación.

El arquero detuvo tres tiros penales, tal y como había ofrecido a sus compañeros. Y no fueron pelotas sencillas. La primera, colocada abajo, otra al ángulo superior y una muy potente a media altura.

“Hoy no tapé solo, estuvo conmigo mi abuelito. Él estuvo atrás mío, me dio la bendición desde ese cielo despejado. Él fue el verdadero campeón de este día”, dijo, conmovido, mientras solo recibía admiración de sus compañeros y de la hinchada.

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