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Buena Vida
¿La 'pinta' y la 'cachina' cuentan o no al momento de ser aceptado en un 'camello'?
La imagen personal cuenta como herramienta visual para conseguir trabajo. Expertos debaten entre considerarla "necesaria", o simplemente "no tomarla en cuenta".
"Depende", dice la economista Mildred Espinoza, quien tiene experiencia en el área de Recursos Humanos. Dice que en el momento de la contratación, una mala imagen puede superar en percepción a una gran hoja de vida, evitando tu vinculación a la empresa.
"Y durante la ejecución de las actividades; puede ser lo que te cueste o valga nuevos clientes, o la mejor o peor percepción por parte de los directivos ante posibles ascensos", afirma Espinoza a EXTRA.
La imagen personal es algo más que la propia 'pinta'. Según la entendida, es el conjunto de detalles: la 'cachina' que vestimos, el perfume que usamos, el maquillaje y los accesorios, si llevamos la barba bien recortada y el pelo bien peinado…
"Hay muchos atributos que contribuyen a la formación de la imagen personal, también incluyendo nuestra actitud, comportamiento, el tono y volumen de nuestra voz, nuestros gestos y la sonrisa con la que llegamos a la oficina cada mañana", describe.
Además, la entendida dice que es de conocimiento común que determinadas actividades laborales requieren una mínima corrección o pulcritud indumentaria conforme a unas reglas de trato social comúnmente admitidas, que por ello se dan por supuestas sin necesidad de un acuerdo expreso entre el trabajador y el empleador.
"Confluyen aquí cuestiones tan dispares como la imagen, la seguridad, el poder de dirección empresarial o la libertad y dignidad del trabajador, pudiendo surgir incluso situaciones de discriminación", indica.
Lo cierto es que, exceptuando los aspectos que afectan a la seguridad en el trabajo, no existe una regulación específica en nuestro ordenamiento jurídico, según Espinoza.
Sin embargo, las normas de estilo de vestimenta profesional son cosa distinta. La economista precisa que están dirigidas a los trabajadores que no deben acudir al trabajo en régimen de uniformidad y que, por su contacto con clientes y terceras personas ajenas a la empresa (oficinas centrales, redes comerciales y de servicios), debería mantener determinada imagen exterior, de manera que a los varones se exige chaqueta con corbata, camisa de manga larga y zapatos formales.
"Dicha exigencia es, desde todo punto de vista, legítima pues la finalidad no es otra que la perseguir una imagen de decoro de sus empleados que redunda en el bien empresarial siempre que no se sobrepase, claro está, las reglas de tratos social admitidas", menciona a EXTRA.
VESTIR BIEN NO EQUIVALE A SER FORMAL
Para Camilo Cabrera, comunicador social y relacionista público de la Prefectura del Guayas, vestir bien no es usar traje, camisas o zapatos formales, sino elegir las prendas adecuadas para el medio donde trabajas. "En ocasiones vestir muy formal puede ser incorrecto", dice.
"Por ejemplo, un creativo o alguien que trabaja en agencias de publicidad no se vería bien ni se sentiría cómodo portando un traje sastre y tonos oscuros, porque en lugar de ayudarlo reduciría su productividad", opina.
Cuando la persona es del área financiera o se rodea de altos ejecutivos, lo prudente es utilizar -apunta el comunicador- prendas más producidas como: camisas, blusas, corbatas, sacos y blazers.
Cabrera indica a EXTRA que para elegir el outfit ideal se deben tomar en cuenta estos factores:
- La empresa para la que trabajas.
- Cómo son las personas con las que interactúas a diario y las circunstancias del momento (si tienes reuniones más formales o los viernes en el trabajo son más informales).
También hay que analizar si hay código de vestimenta en la compañía, ya que “un colaborador no es sólo la imagen de sí mismo, sino de la empresa para la que trabaja, por lo cual la vestimenta debe estar en concordancia con la imagen de la compañía".
“Hablamos de corrección de vestimenta más que del buen vestir. Más allá de la vestimenta, hay otros elementos que conforman la buena imagen pública de la persona", argumenta.
NO SE TRATA DE LUCIR 'PINTA'
El objetivo de tener una adecuada imagen personal no es lucir más guapo o guapa, como se suele pensar. En realidad, se trata de la habilidad de transmitir sin palabras quiénes somos.
Ante esto, también es importante saber elegir los colores, según la situación que se vivirá en el trabajo.
Otra ocasión en la que la forma de vestir es clave es una entrevista de trabajo. Aquí el candidato tendrá que estudiar el modo en que visten en la compañía, su cultura de trabajo y adecuarse a ello. Si te presentas muy formal en una organización donde no lo son, puedes quedar en desventaja.
“Vístete para el puesto al que quieres acceder y para ello investiga cómo se visten las personas de esos puestos”, afirma.
¿Y LOS TATUAJES Y PIERCINGS...?
Hoy en día, la estética sigue afectando al candidato, aunque las redes sociales y las generaciones de talento más joven lo normalizan. Solo el 12 % de los europeos están tatuados, un porcentaje bajo si se lo compara con la media de millennials que llevan tinta en la piel, según el Pew Research Center.
Espinoza apunta que los millennials son la generación más tatuada hasta la fecha y también la que ha conseguido romper con los estereotipos que existen en torno al sector. "De todas las entrevista que he tenido, un 40% de ellas tuvo, al menos, un tatuaje", recuerda.
Espinoza explica que los procesos de selección son diferente en cada país: en el mundo anglosajón los currículum vitae no llevan fotos “ni datos de raza o sociales que puedan influir en la empresa”.
En este sentido, no contratar a una persona con tatuajes no siempre redunda en un beneficio para la compañía. “Hay algunas empresas que pierden talento por discriminar a los candidatos por su imagen”, puntualiza.
Por ello, la entendida lo ve como un camino de ida y vuelta: no se trata solamente de que la empresa elija a un empleado, sino que el aspirante también tiene que tener claro cuáles son las reglas del juego de la empresa, y si las acepta.
"Una compañía es libre de buscar un candidato y prevalecer su política de imagen, pero los trabajadores somos libres de decir, en caso de que no acepten a alguien con tatuajes, ‘en este tipo de empresa no quiero trabajar’”, comenta.
P: ¿Los tatuajes están relacionados con la discriminación en el empleo?
R: Me he dado cuenta que a la mayoría de los entrevistados que pude interrogar; digamos un 70%, iba con ropa oscura para tapar su tatuaje. Yo creo que a la hora de tatuarse ellos primero piensan en escoger un lugar fuera del alcance de la vista del posible jefe.
P: ¿Hasta qué punto puede una empresa regular la imagen de sus empleados?
R: El cambio cultural ha sido 'brutal', y aunque esta premisa sea cierta, la edad y la mentalidad son determinantes. Siempre habrá gente a la que puedas crearle mayor desconfianza por mostrar tu piel tatuada. Lo mismo ocurre en algunos sectores, como puede ser en el ámbito de la consultoría o los cuerpos de seguridad del estado, donde existen ciertas restricciones a la hora de lucir tatuajes. En ciertas empresas, por ejemplo, recomiendan a sus nuevos empleados quitarse los piercings del cuerpo y cubrir los tatuajes que se encuentran a la vista en el trabajo. Todo por seguir el status quo de las cosas.
P: Y si un trabajador se hace el tatuaje después de contratado, ¿que pasa?
R: En caso de que una persona sea contratada y al poco tiempo se haga un tatuaje, existe la posibilidad de que entre en conflicto con la imagen corporativa de la empresa. Y si por esta razón se produce un despido, es difícil determinar si este es improcedente, y hay que estudiar caso por caso.
Así las cosas, la ruptura con los estereotipos y prejuicios existentes en torno a la tinta en la piel dependerá no solo de la evolución de la sociedad, sino también de la aceptación y normalización por parte de las empresas y profesionales que contratan.
“Sí se nota un aire de liberación muy gratificante”, finaliza Espinoza. Pero, toca preguntarse, ¿pueden las empresas desperdiciar potenciales talentos simplemente porque su imagen no es tal y como se espera o les gustaría?