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Zona encendida. Casi 200 mil personas recorren esta popular calle del norte de Quito. Hay mucha variedad a la hora de escoger. Los precios son asequibles para todos.Karina Défas

La reina de lo exótico y el caos

La avenida Real Audiencia brilla por la gastronomía que ofrece. Pero la inseguridad y desorden también son parte del escenario, dicen los habitantes.

Es excéntrica. Destapada. Se llama avenida Real Audiencia y está situada en el norte de Quito. Es una zona que desde hace más de una década se ‘cobija’ del comercio, la algarabía, el relajo nocturno y también de la delincuencia, según relatan sus residentes.

En el siglo XIX fue una hacienda, propiedad de Manuela Cañizares (precursora de la independencia del Ecuador), quien años más tarde la fraccionó en lotes de 300 metros para entregárselos a los huasipungueros (indígenas que trabajaban una parcela que no era de su propiedad y que vivían de lo que producían).

Dos siglos después se convirtió en uno de los polos más desarrollados a nivel inmobiliario y económico de esa zona.

Tras recorrer sus 4 kilómetros de distancia, desde el norte, en la avenida Mariscal Sucre, hasta el sur, en la Luis Tufiño, es posible divisar que en las primeras 10 de las 24 transversales que la conforman, se construyeron con el mayor tino, para no rayar en la imprudencia o falta de glamour, conjuntos habitacionales, casas unifamiliares y edificios de apartamentos, donde al menos viven más de 50 mil personas.

De repente, la parsimonia y el silencio de la noche se quiebran. La parte tranquila de esta populosa avenida se acaba. Y al son de un reguetón, que proviene de un local esquinero de helados, sobre la calle De los Eucaliptos, se anuncia la entrada oficial al epicentro de la vida nocturna. De la farra.

La avenida Real Audiencia se activa en las noches. La gente sale, sobre todo, a comer.Karina Défas

Armando Vegas tararea el tema de Daddy Yankee: “Quítate tú pa’ ponerme yo / vamo’ a ver quién es quién / después no diga que no se advirtió / son doce que dan por cien”. Le hace señas al conductor de uno de los 18 carros que cuida en su pedazo de acera. Que le dé para atrás, que “entra flojito”, dice. Que aproveche, que es el único espacio que queda disponible, advierte.

Minutos después, el hombre, de 40 años, se baja la mascarilla, guarda su silbato y cuenta que así como él hay al menos unos 10 más. Y que hace un año se repartieron las casi 14 cuadras de la Real Audiencia, en dirección al sur, para parquear los carros de los fiesteros que llegan desde las 17:00 hasta las 22:00. Dice que en este horario, él puede sacar en una sola noche hasta 17 dólares.

Muchos se ganan la vida cuidando los carros.Karina Défas

Pero la plata tampoco se gana “suavito”. Y él lo sabe. Al menos no cuando la delincuencia ronda en moto por las noches y a ellos les toca defenderse solo con su presencia, porque armas no portan.

“Aquí no solo hay que tener cinco sentidos, sino cinco ojos también. Hace unas semanas, en una sola cuadra, robaron dos veces a diferentes jóvenes que caminaban descuidados con los celulares en la mano. El lugar no es tranquilo y faltan cosas por arreglar”, dice.

Y así lo corrobora el arquitecto y urbanista Diego Mafla, quien recuerda a este sitio como “un paisaje residencial, ordenado, tranquilo y con poca densidad poblacional”.

Uno que ahora es opacado por el jolgorio y desorden. Donde no solo la delincuencia lo asedia, sino también “la galería de rótulos de diferentes tamaños, colores, texturas; la escasez de parqueaderos y construcciones adecuadas, que solo hacen que la imagen de la ciudad se degrade más”.

INCONCEBIBLES Y COMIBLES

Viernes. 20:30. La calle se abarrota. En las veredas, al pie de unos locales, unos comen. Huele a aceite quemado. A cebolla frita. A caos. Al borde de esta avenida se apuestan más de 40 establecimientos. Hay de todo y para todos. Las típicas “salchis”, pollo asado, comida de mar, japonesa, mexicana, libanesa, peruana, americana...

Casi 200 mil personas (población flotante) recorren esta horizontal avenida. Y los rótulos hacen lo suyo. Captar el ojo humano: “Sanduchísimo entero”, reza un cartel pegado en una puerta de panadería.

Pablo Charpentier es el amo de la palanqueta desde 1992 y cuenta que gracias a su receta secreta, que inventó desde entonces, no ha dejado de darle placer al paladar de sus comensales.

Pablo Charpentier es el amo de la palanqueta desde 1992.Karina Défas

El tráfico vehicular se intensifica. Los buses se embotellan en un lado de la calle. Las bocinas suenan. La música retumba y las luces de un rótulo titilan. “Pierna vikinga de pavo” se lee en otro anuncio. Patricio Machado, propietario del local, cuenta que en su cocina todo se prepara “a gran escala”, porque para él “lo vikingo es señal de gigante”.

Las alas de pollo miden hasta 10 centímetros, y la pierna de pavo 25. Estas dos son las especialidades de la casa. Pero aquí no todo es grande. La cuenta, por ejemplo, jamás sobrepasa el bolsillo del cliente. Así lo sostiene Machado.

Pero las excentricidades continúan. Y tres calles hacia el sur, un nuevo reto gastronómico es la sensación de la cuadra: Comida en espadas. Comida atravesada. O comida vertical, como la llama su creador, Marcelo Méndez, quien se inspiró en la novela “El Quijote de la Mancha” para decorar el lugar y crear el menú.

Comer “en bajada” es todo un reto. La comida es atravesada por la mitad, con una de las 35 espadas que utilizan en esta cocina. Para degustar los alimentos hay dos opciones: bajar la comida, a lo largo de casi 30 centímetros de acero quirúrgico, hasta un plato; o comerla ahí mismo, pero sin opción a “clavar el diente”.

Para Viviana Avilés es una aventura haber comido por primera vez en un ángulo de 90 grados. Ella jura que lo repetirá. “Es novedoso. Y eso atrae”.

Hay una variedad de lugares para elegir. Muchas ofertas.Karina Défas

Pero Sofía Carrillo manifiesta que esto solo es una muestra de lo que esconde la Real Audiencia. De lo que se guarda para unos pocos. Y que solo lo exhibe para quienes se interesan por descubrirla.

Y es así que, en la acera del frente, se lee con claridad “Pet Friendly”. Es un local de comida rápida. Sofisticada. Apetecible por sus frituras. Texturas. Elegante. Colorida. Y amigable con los amigos de cuatro patitas. A un costado del tablero de menú que cuelga del techo, cuatro platillos para perros se destacan. Helados. Hamburguesas. Galletas. Pudín. ¡Y también fiestas caninas!

Daniel Chamorro cuenta que llevan casi dos años en este populoso sector. Llegaron para alimentar a los moradores y también a sus mascotas. Están convencidos de que pueden generar conciencia animal en la gente. Y cambiar corazones.

Es casi medianoche y las luces declinan. La gente sale. Unos tambalean. Otros se abrazan. Se besan. Se lamentan. Se ríen. La avenida agoniza. Y sus visitantes la abandonan. Muere lentamente, pero al día siguiente seguro resucitará.