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Quito

La fila puede tomar al menos una hora. No importa si llueve o hace sol.Karina Defas

Manabita se tomó una esquina del centro-norte de Quito con su receta

Gabriel Véliz sabe preparar ceviche desde los 14 años. Hoy es su emprendimiento, el que le da de comer luego de la pandemia.
A la gente no le importa hacer las filas para saborear el platillo.

Las manos de Gabriel Véliz parecen tijeras entre las tarrinas, las cebollas, los tomates y los mariscos... No puede perder tiempo. No se detiene. Afuera de su quiosco hay, al menos, 60 personas haciendo fila.

Su emprendimiento de ceviches nació luego de la crisis por la pandemia de la COVID-19. “Pusimos una cevichería en Quinindé (Esmeraldas) y nos fue mal”, cuenta el manabita, de 32 años. Pero la suerte pronto le golpearía su puerta.

Poco después le avisaron que una caseta, ubicada en las calles San Gregorio y avenida 10 de Agosto, en el centro-norte Quito, estaba disponible. No lo pensó dos veces. Ese rato viajó hasta la capital con su familia.

“Al principio no vendíamos casi nada, después, con el regreso del trabajo presencial y las universidades, empezamos a ver ganancias”, agrega.

Son las 10:00. Su ‘nego’ lleva abierto apenas una hora y media. Y la fila sigue creciendo. Ya da vuelta a la esquina. Mientras que Gabriel y tres mujeres se ‘sacan la madre’ despachando ceviches de pescado, camarón, pinchagua, concha y mixtos.

“Valen la pena”

La espera de los comensales es de al menos una hora. Nadie se mueve de la fila, aunque el sol pegue fuerte y de lleno. Algunos ya van ‘equipados’ con sombrillas o gorras.

“Yo vengo unas dos veces al mes, no me importa la espera porque son muy buenos”, dice un servidor público que prefiere no identificarse porque estaba ‘volado’ del camello.

Él motivó a Carmen Espinel a aguantar, haciéndole la ‘conversa’. “Mi hijo que estudia en la Universidad Central me dijo que descubrió esta hueca y aquí estoy para probar”, relata ella.

Cada tarrina cuesta apenas dos dólares. ¡Sí, rico y barato! Y eso es lo que hizo de estos ceviches aun más apetecidos por decenas de personas. “Tienen bastante pescado, no es solo amague”, dice otro cliente.

El ceviche se sirve con chifles.Karina Defas

Eso se suma a la sazón que Gabriel se ‘trajo’ de Jipijapa, en Manabí, pues él y toda su familia se han dedicado principalmente a la preparación de comida. “Yo sé hacer ceviches desde los 14 años. Ahí ya teníamos un negocio”, comenta.

Trabajo duro

Gabriel trabaja con seis personas en total. La jornada empieza a las cuatro de la mañana para picar los tomates, las cebollas, los pepinillos y hacer el jugo del limón para los mariscos.

Lo hacen en su casa y llevan todo listo hasta el quiosco, que mide no más de un metro y medio por lado. “Es un trabajo duro pero gratificante, a nosotros nos encanta cocinar”, dice Maribel Sosa, cuñada de Gabriel.

En este negocio que vende 400 ceviches al día sostiene la economía de siete familias. Entre ellos, los dos hijos menores de Gabriel y su esposa, quien también ‘mete’ mano en la preparación de este platillo.

La jornada de esta familia comienza a las cuatro de la mañana.Karina Defas

Comentan también que tienen más familiares en Manabí que los proveen de los mariscos a menor precio, por lo que pueden ofrecer los ceviches a tan bajo costo. Un manjar de dioses al alcance de dos ‘latitas’. Ni de creer eso en Quito.