Exclusivo
Quito
Diferentes motivos para no ‘jubilar’ el voto: ¡Por el papel... Y el vacile!
Muchos van solo por el certificado, porque aún lo exigen en diversos trámites. Otros cumplieron por puro civismo.
Algunitos hasta piden ayuda extra, pero están ahí, fieles... a votar porque toca nada más, porque justificativos para ir a sufragar y no ‘jubilarse’ aunque los años digan que ya tuvo suficiente, hay de sobra.
La presencia en las urnas de los adultos mayores, aquellos que pasan de los 65 años y que, según la ley no tienen la obligación de cumplir con el sufragio, continúa siendo alta. Según los registros electorales, en esa categoría hay 653.381 personas.
Javier Díaz, de 83 años, es uno de ellos. Abogado de profesión, al salir del recinto electoral ubicado en la escuela Carlos Julio Arosemena Tola, en las calles Guerrero Valenzuela y San Martín, en Guayaquil, se fue en busca de un ‘pastelazo’.
“Me levanté bien temprano para venir a votar. Todo por el bendito papelito (certificado de votación) que aunque digan que ya no es necesario, lo piden para diferentes trámites”, aseguró el hombre mientras pagaba el dolarito por el pastel con una cola.
Eulogia Moreira, de 78 años, dijo que si por ella fuera no iría a pasar “tan mal rato con sol y cansancio, pero como arriendo un local, para el papeleo siempre me piden el certificado de votación. De nada vale que les diga que soy de la tercera edad, igual lo exigen”.
Pero hay también quienes tienen otros motivos, como Santos y Aguirre (prefieren ocultar sus nombres), de 72 y 75 años. Ambos fueron a sufragar y luego a un taller mecánico donde dejaron su carro. “Maestro, cualquier cosa yo he estado aquí todo el día”, le dijo al dueño del taller con una sonrisa pícara, al tiempo que dejaban las llaves del vehículo para tomar un taxi e irse donde unas amiguitas. Iban a la ‘otra’ votación ‘obligada’.
URNAS EN LAS PUERTAS
En Quito, en la entrada de todos los recintos se colocaron urnas para quienes no podían llegar hasta sus mesas electorales por discapacidades o movilidad reducida. La mayoría adultos mayores.
Fue el caso de María Lucio, de 60 años y con discapacidad física y auditiva del 57 %. La comerciante llegó al Colegio San Pedro Pascual, en el centro de Quito, con bastón y fue asistida por una funcionaria del Consejo Nacional Electoral, un militar y el presidente de la Junta.
“Vengo porque es una responsabilidad, aunque no me obliguen. También me ha pasado que hasta me tratan mal por el certificado de votación”, explicó.
Quien acudió por puro civismo fue Enrique Pancho, de 88 años. Y ni siquiera optó por el voto asistido. En compañía de su nieta insistió en hacer la fila y votar como los demás.
“Nunca he faltado a alguna votación. Siempre he sido un hombre que cumple con la familia y con el país”, aseveró.