Quienes habitan en el barrio Bolaños no tienen otra opción que viajar ‘a dedo’, a decir de los propios moradores, pues no hay líneas de buses que pasen por sus casas. Ellos ‘sobreviven’ con la buena voluntad de personas que viajan entre Quito y sus valles, para que les den un aventón.

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Sin embargo, no siempre corren con suerte, porque hay conductores que los evitan debido a la inseguridad que les genera embarcar a alguien desconocido en sus vehículos. Los residentes de este vecindario, conformado por unas 180 familias, están conscientes y por eso, cuando les toca salir, suelen madrugar para esperar a algún buen samaritano.

También hay quienes cuentan con motocicletas, por lo que pueden desplazarse sin problemas, siempre y cuando sus casas estén junto a la vía principal, pues es una zona con una geografía bastante accidentada y la mayoría de inmuebles está a unos 20 metros abajo de la vía, junto al kilómetro 2 de la avenida Interoceánica, a pocos metros del túnel Oswaldo Guayasamín.

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Otras personas, en cambio, deciden arriesgarse a caminar por un estrecho sendero peatonal que está a lo largo del túnel, pero no todos se atreven a pasar. María Achi, de 78 años, es una de las residentes que prefiere ‘halar dedo’, porque considera que ir por la galería, que tiene 1,3 kilómetros de extensión, pondría en riesgo su salud.

La mujer, quien habita en la zona desde hace 56 años, cuenta que ha experimentado grandes transformaciones a lo largo de las décadas. En sus palabras, el lugar donde ahora vive, que en el pasado no era más que monte y senderos rudimentarios, ha cambiado radicalmente con la creación de infraestructuras y carreteras. Sin embargo, ese progreso también ha traído consigo problemas que afectan la vida cotidiana de sus habitantes.

Uno de los principales inconvenientes que menciona es la falta de acceso directo a su hogar. Antes, los buses solían pasar por la zona, lo que facilitaba el transporte de personas y sus compras. Pero ya hace mucho dejaron de contar con este servicio, desde la creación del túnel.

En esta zona, para entrar o salir por la única vía que los conecta con la ciudad y los valles, siempre hay que pagar peaje, pese a eso, los lugareños no han recibido aún algún beneficio que mejore su movilidad: ni siquiera pueden cruzar la calle sin correr peligro. Josefina Simbaña, una lugareña de 78 años, describe el problema constante que enfrentan ella y sus vecinos al intentar pasar la vía.

La mujer lamenta que a pesar de las repetidas peticiones a las autoridades, desde hace muchos años, tras la construcción de un túnel (este fue inaugurado en 2005), no han recibido ninguna solución concreta. La moradora reitera que la falta de transporte y de un semáforo adecuado pone en riesgo a los residentes, especialmente a los niños que deben cruzar la calle para ir a la escuela.

A pesar de las promesas de mejoras que habrían recibido, estas nunca se han cumplido. El peligro se agrava con las motos que no respetan las líneas de cruce, lo que ha provocado varios accidentes en la zona, concluye, mientras la comunidad sigue esperando una respuesta efectiva que les permita vivir con mayor seguridad.

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