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Pincho, el perrito que caminó kilómetros para reencontrarse con su familia
Un perrito recorrió varios kilómetros en busca de su familia humana. Sin embargo, les perdió la pista. Su reencuentro fue gracias a un chat comunitario.
Un abrazo. Una caricia. Un beso. Fue todo lo que Pincho necesitó para darse cuenta de que sus dueños lo habían extrañado las dos semanas que estuvo perdido.
Se trata de un perrito de pastoreo inglés, cuyo amo, Christian Rivera, rescatista y docente de la Universidad Central del Ecuador, no descansó hasta tenerlo de nuevo en casa luego de la desaparición del can en Crucita, Manabí.
“Nos fuimos de paseo familiar durante un fin de semana (20 y 21 de agosto). Estábamos caminando por el malecón de Crucita y ahí se inició todo”, le dice Rivera a EXTRA.
Pincho, de pelaje blanco con negro, estaba junto a sus dueños cuando de repente se soltó de la cadena con la que lo paseaban. La característica innata de un pastor inglés es su gran velocidad al correr. Ese día lo hizo y no se detuvo hasta perderse cerca de las rocas.
Lo siguieron. Lo buscaron, pero se ‘esfumó’. Rivera y sus parientes fueron hasta los caseríos en los alrededores, pero todo fue infructuoso. “Nos empezamos a preocupar conforme avanzaba el día”.
Desesperados, crearon un chat con la gente a la que preguntaban durante su búsqueda. “Incluimos a personas que trabajan en el malecón, a quienes manejan tricimotos, a la Policía, incluso a quienes hacen parapente en la playa”, contó.
El rescate
Rivera y sus familiares ya debían regresar a Quito para trabajar, pero nunca se abandonó la búsqueda. “Hay que tomar en cuenta que se trató de una tarea que involucró a muchas personas. Además del buen uso de las redes sociales”, destaca el dueño del perrito.
La ausencia fue dura. Los días pasaban y Rivera ‘revivía’ los momentos que pasó con Pincho desde que lo rescató el 22 de abril de 1995. “Recuerdo que lo habían atropellado, cerca de la ciudadela Atahualpa, en el sur de Quito. Su patita delantera derecha tenía una fractura”.
Recorrió con el can por diversos albergues para animales para que pudieran adoptarlo, pero no lo querían por su lesión, así que Rivera decidió hacerlo curar.
Después de meditarlo, decidió quedarse con él. No le importaba su lesión, ni sus motas, ni lo sucio que estaba. Solamente el amor que surgió entre el can y su nuevo dueño lo motivó.
El regreso
Para bautizarlo, Rivera recurrió al ingenio de su hija, a quien le gustan los pinchos (o chuzos, como se los conoce en Guayaquil). “Ella siempre me visitaba en la universidad, donde yo trabajo, y afuera había un puestito que los vendía. Desde entonces, lo bautizamos con ese nombre”.
Con los años, Rivera entrenó a Pincho para las labores de rescate. De búsqueda. Pero sobre todo para ayudar a niños en situaciones difíciles, como la ocurrida en enero pasado, tras el deslave en La Gasca, noroccidente de Quito.
Pero aquel esfuerzo por acoplarlo a su familia, parecía esfumarse conforme pasaban los días porque Pincho no aparecía. Aunque un halo de esperanza se asomó en una foto que había tomado una mujer de Crucita: era el perrito en la carretera.
“Parece que luego de perderse, pudo encontrar nuestro rastro y recorrió, al menos, 20 kilómetros hasta llegar a una playa llamada La Boca”, detalla Rivera.
La noticia la recibió a través de un mensaje, pero Rivera no sabía cómo recuperarlo. Por fortuna, un amigo suyo estaba en esa zona y lo apoyó trayéndolo a Quito. “Lo revisaron los médicos y Pincho no tenía ninguna enfermedad”, cuenta el rescatista que, al verlo, lo abrazó, lo acarició y lo besó para darle la bienvenida.