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Orquesta de recolectores: Una ‘sinfonía’ de escobas para bailar
Nueve trabajadores de EMASEO conforman la primera orquesta de la institución. Combinan sus labores de recolección de basura, hidrolavado, conducción y administración con los ensayos.
Son las 06:35. Llueve a cántaros. La temperatura está en siete grados. El primer turno de Soldados Azules –del total de 1.661– están casi listos para iniciar la jornada entre los desperdicios que genera Quito. Su misión: mantenerla lo más limpia posible.
De ellos, nueve tienen, además, la tarea de ensayar y preparar recitales de música tropical. Son los miembros de la orquesta Son de Azul, creada hace tres meses por trabajadores de la Empresa Metropolitana de Aseo (Emaseo). Ellos viven entre la recolección y los instrumentos musicales.
Patricio Quishpe, de 48 años, llega a uno de los vestidores –un espacio abierto con canceles y techo– para cambiarse de ropa, aunque haga frío. “Siempre debemos estar bien uniformados”, explica.
Con botas de cuero, overol azul, gafas y gorra negra, empieza su jornada a las siete en punto. Sube al carro recolector y emprende camino, con dos compañeros más, hacia el norte de la urbe para recoger los restos industriales. Él es quien se baja del camión para cargar las fundas con la basura. En la orquesta es el encargado del güiro.
“Yo ya he estado en otras orquestas, desde joven me ha gustado la música”, explica.
Es jueves y es día de ensayo, así que hay que optimizar el tiempo de recolección. El camión avanza por la avenida Mariscal Sucre, hacia el noroccidente. Se detiene en cada fábrica o almacén grande. “No es lo mismo que la basura de las casas, esta es más pesada”, cuenta mientras levanta una funda.
El punto final es Calacalí, zona en la que existen varias fábricas. Generalmente, el guardia es quien permite el paso a los Soldados Azules, porque los desperdicios están adentro. “No es como en las viviendas que los vecinos tienen listo en la vereda”, relata.
Avanza la mañana y Patricio ya ha recorrido unos 10 kilómetros. La parada final es Calacalí, parroquia del noroccidente. “Cuando vi la propuesta (de la orquesta) me apunté porque siempre he estado cerca de la música”, explica.
Empezó a los 11 años de la mano de sus abuelos, aprendió percusión. Además, toca la trompeta y el trombón. “Yo he estado en bandas importantes”, cuenta orgulloso.
LA MÚSICA COMO HERRAMIENTA
A Luis Suquillo, la voz principal de Son de Azul, le rondaba la idea de conformar un grupo musical con sus compañeros. Pero los gerentes anteriores no le ‘paraban bola’. “Siempre vi a la música como algo para ayudar a la gente”, dice el hombre de 58 años, quien conduce uno de los camiones recolectores en la parroquia de Calderón, al norte.
En la institución se ha registrado un alto consumo de bebidas alcohólicas y para Luis, que sus compañeros dediquen sus tardes a los ensayos en lugar de ‘chupar’ le parece una mejor opción. “Como empezamos temprano, salimos más temprano que en otros trabajos”, explica.
Sus jornadas van de 07:00 a 15:00. Aunque, como dice Luis, en la recolección no se sabe por qué siempre se demora un poco más cubrir los sectores destinados a cada equipo.
Esta vez, el actual gerente, Francisco Poveda, lo escuchó y le dio luz verde para conformar la orquesta. “Hubo la inauguración de un campeonato y el grupo que llegó no tocó. Ahí le dije al gerente que deberíamos tener nuestra propia orquesta”, agrega.
De eso han pasado tres meses. Se realizó una convocatoria mediante afiches en toda la empresa y el lunes pasado hicieron su debut en el Teatro Nacional Sucre, escenario emblemático de Quito. “Imagine la emoción, algunos artistas profesionales no han podido llegar a ese escenario y nosotros sí”, expresa con la mirada iluminada.
Otro objetivo de la conformación de Son de Azul es llevar los mensajes a los ciudadanos de cómo mantener limpia la ciudad, horarios de recolección, formas de reciclaje. “La idea es llegar a los sitios más recónditos de la ciudad con esta información”, menciona Luis.
TRABAJO DURO
Galo Tibán ha empezado sus labores aún más temprano. A las seis de la mañana ya estuvo, con manguera en mano, limpiando las paredes del Palacio de Carondelet. Él hace hidrolavado de plazas y parques. En la orquesta es la segunda voz y anima. “Me toca madrugar más porque necesitamos que no haya mucha gente”, cuenta.
Cuatro de sus 51 años los ha dedicado a este trabajo. Llegó en el momento más crítico, pues en 2018 hubo una crisis sanitaria que le tomó a la ciudad varios meses en recuperarse. “Era extenuante, no teníamos mucho descanso y como estaba todo acumulado había cosas podridas en la basura”, relata.
El equipo de EXTRA lo encontró en el parque, frente a la Basílica Nacional. Él avanzaba con la manguera del hidrolavado y mascarilla en su rostro, pero el olor a haces humanas era insoportable. “Los ciudadanos hacen baños de las plazas, sobre todo en el Centro Histórico”, reclama.
En ese parque existe una escultura de metal donde se acumulan los desperdicios. Allí mismo debe ‘batallar’ contra la porquería. “Es duro, aunque uno se acostumbre a lidiar con estas cosas”. Para ir a casa con su esposa se baña dos veces: una en la institución y otra al llegar para salvaguardar la salud de su familia.
Tal como Patricio o Luis, Galo no siempre alcanza a desayunar en casa, pues ya están en pie al menos desde la cuatro de la mañana. “A esa hora ni hambre da”, bromea.
PRINCIPIO DE IGUALDAD
En esta naciente orquesta no solo hay trabajadores operativos, también dos directivos: Crhistopher Amaya, director de Planificación y Gustavo Cruz, director financiero. Ellos tocan el bajo y la batería, respectivamente.
Sus jornadas transcurren en las oficinas: llenas de reuniones, llamadas, planificaciones, firma de papeles. Aunque como política de esta administración todos han hecho trabajos de recolección. “Aquí había una brecha muy grande entre los administrativos y los operativos, había que acortarla. Todos somos iguales”, comenta Crhistopher.
Son las 15:30 y es hora de ensayar. Cada uno llega con su propio instrumento al salón del Sindicato de Choferes. Se instalan los amplificadores. Todo está listo. Entonan ‘El Chulla quiteño’ y un set de cumbias.
Luis Suquillo se guía con su carpeta de letras de canciones escritas a mano. “Tengo un montón y me ha llevado tiempo hacerlas”, explica.
Entre ternos formales, chaquetas de cuero y overoles se va formando un espectáculo en el que convergen distintas influencias musicales. Crhistopher y Gustavo, por ejemplo, empezaron en la música con géneros como el rock y el pop. Integraron bandas cuando eran jóvenes y ahora es un reto acoplarse al repertorio tropical. “Me ha gustado mucho tocar nuevas cosas, además de que compartimos opiniones y conocimientos. Ha sido enriquecedor”, menciona Crhistopher.
En la agrupación están también: Patricio Criollo en los teclados; Edison Chiluisa en los timbales, Milton Chacón en la animación y Carlos Minda en las tumbas. Como en la música, los Soldados Azules combinan ritmo y armonía para limpiar la capital.
Hubo votación democrática
Para elegir el nombre se solicitó a todos los colaboradores que propusieran alternativas. Luego de ello hubo una votación general y eligieron Son de Azul para identificarla con el nombre con el que se conoce a los recolectores: Soldados Azules.
La agrupación fue presentada oficialmente en la entrega de contratos fijos a 229 nuevos trabajadores. Evento que se realizó el pasado lunes en el Teatro Nacional Sucre.