Velas encendidas, cartones con imágenes de santos, limones, sal y una olla con agua y hierbas rodeaban dos de los cuatro cadáveres encontrados dentro de una casa de caña guadúa, en el bloque 6 de Flor de Bastión, en el noroeste de Guayaquil.

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Este fue el escenario de la masacre ocurrida cerca del mediodía del domingo 15 de diciembre, que dejó un saldo de siete víctimas mortales y dos menores de edad heridos. El lugar donde se registró el ataque forma parte del distrito Nueva Prosperina, que entre el 1 de enero y el 16 de diciembre de este año contabilizó 356 asesinatos, posicionándose como el segundo distrito más violento de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón) y del país.

Una fuente policial explicó que otras dos víctimas fueron halladas a 500 metros. Una de ellas era un hombre que, junto a sus dos hijos menores de edad (de 12 y 7 años), había acudido a una barbería para cortarse el cabello. La otra era el esposo de una de las propietarias de una panadería del sector.

También indicó que los responsables de esta tragedia, que acabó con la vida de cuatro miembros de una familia (padre, madre y sus dos hijos), además de un curandero que realizaba una limpieza espiritual a los hijos de la pareja, dispararon indiscriminadamente antes de llegar a la casa. Las otras dos víctimas, aparentemente, no estaban relacionadas con el conflicto. El ataque fue perpetrado por tres individuos que se movilizaban en una tricimoto amarilla.

“Comenzaron a disparar incluso antes de llegar a la casa de caña, donde un curandero estaba realizando una limpieza a los hijos de la pareja. Uno de ellos era el objetivo. La noche anterior, este joven había participado en un hecho violento registrado a pocas cuadras del sector. Los padres contrataron al curandero para que lo ayudara a ‘limpiarse’ y alejarse del mal camino. Eso nos indicó una hermana que llegó al lugar tras el asesinato. La joven, llorando, contó que se salvó porque había salido a comprar unos materiales que el curandero le había pedido”, relató el policía.

La misma fuente agregó que la joven estaba de regreso a casa cuando recibió una llamada telefónica de su madre, quien, herida y agonizando, le relató lo sucedido y le pidió ayuda.

“Al llegar, la joven se encontró con esta escena terrible. Sus padres estaban muertos. El cuerpo de su padre yacía en el espacio bajo la casa de caña, sobre la tierra. Su madre y el hermano estaban en un dormitorio. El curandero, cerca de la cocina. Y la otra hermana, en otro cuarto. El curandero ya tenía todo preparado para realizar su trabajo. Al parecer, la joven que también fue asesinada iba a ser ‘limpiada’ en su habitación, donde el curandero había dispuesto sus herramientas”, añadió el investigador.

Identidad de las víctimas

Las víctimas de este ataque fueron Aaron Alexander Gómez Vera (de 31 años), Valentín Andrés Pinto Parrales (21), José Luis Suárez Castro (22, presunto miembro de la organización Tiguerones Igualitos), Oswaldo Stalin Suárez Suárez (55), Jennifer Patricia Suárez Castro (25), Rosa Antonia Castro Catagua (54) y el curandero, cuyo nombre aún no era confirmado, pero tendría aproximadamente 55 años.

Guerra entre Tiguerones

El investigador policial explicó que el objetivo principal del ataque habría sido José Luis Suárez Castro, presunto miembro de los Tiguerones Igualitos, quien habría estado involucrado en un hecho violento registrado la noche anterior.

“Los responsables del ataque serían integrantes de Los Tiguerones Fénix. Esta organización criminal se ha fragmentado, y ahora las facciones rivales se enfrentan entre sí por el control total de la estructura en el sector, disputándose actividades como el expendio de droga y la extorsión, conocida localmente como ‘vacuna’, que son los delitos más comunes en esta zona”, afirmó la fuente. 

Hubo tres escenas. En la A y B se hallaron 11 vainas percutidas de 9 milímetros y tres balas deformadas. En la C, 23 casquillos de distinto calibre y dos balas deformadas.

Expertos en ciencias ocultas: Consecuencias fatales de interrumpir un ritual

El experto en ciencias ocultas Samael Damián explicó que interrumpir un acto espiritual tiene graves consecuencias para quienes lo cometen. “Las personas que cometen un acto violento durante un ritual espiritual quedan sentenciadas, y con el tiempo comienzan a caer como fichas de dominó. Normalmente, quienes cometen el acto son los primeros en fallecer, pero también aquellos que los rodean y, al final, todos los involucrados se ven afectados”, afirmó.

Damián señaló que aunque se busque protección o purificación, ya se ha cometido un acto irreversible. Según él, lo sucedido en la vivienda estaba relacionado con una limpieza o purificación espiritual.

La cartomántica y vidente Shirley Barahona, coincide en que las consecuencias de interrumpir un acto espiritual son muy graves, ya que el curandero podría haber causado daño en vidas pasadas. Además del ajuste de cuentas, el curandero seguramente enfrentó un karma muy fuerte por morir de esa manera mientras realizaba su trabajo.

“Cuando se realiza una limpieza espiritual, se invoca a Dios. Pero si se interrumpe el acto, se genera un karma muy grande, tanto para los afectados como para quienes lo cometen. Si algo le ocurre a un curandero, es porque Dios no quiere que siga trabajando en ese campo. Un curandero puede proteger a las personas, pero no debe involucrarse en prácticas negativas, porque en este mundo existen fuerzas oscuras que no deben ser ignoradas”, explicó Barahona. 

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