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Lisbeth pertenece al grupo de motorizados que laboran en el distrito Nueva Prosperina.Joffre Flores

La madre policía que en moto cuida de uno de los sectores más peligrosos del país

Hace un mes un pillo la tiró al piso y trató de quitarle el arma. Pensar en su niña le dio fuerzas para salir airosa

Alos 15 años, Lisbeth Carolina Andrade Alfonso, cabo segunda de la Policía, se convirtió en madre. Cursaba el primer año de bachillerato cuando la guayaquileña quedó embarazada. En ese momento pensó que el nacimiento de un bebé truncaría sus sueños y su vida. Sin embargo, su hija, quien ahora tiene 14 años, se ha convertido en el aliciente que la ayuda a superarse y a servir con amor y dedicación a su país y a la ciudadanía.

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Lisbeth forma parte de los 8.500 policías que prestan sus servicios en la Zona 8, conformada por Guayaquil, Durán y Samborondón, y desde hace dos años labora en el distrito Nueva Prosperina, uno de los más peligrosos del país, el cual registró el mayor número de muertes violentas en el 2023. Ella es parte del Grupo de Operaciones Motorizadas (GOM) de esta jurisdicción.

Una de las situaciones más peligrosas que ha vivido ocurrió hace un mes, cuando durante un patrullaje vio a un grupo de hombres en actitud sospechosa y se ‘armó de valor’ para detenerlos, consciente de que estaba peligrando su vida.

Recibir el abrazo de su hija es el mejor regalo cuando llega a casa.Cortesia

“Estábamos con otro compañero haciendo nuestra labor cuando observamos a seis hombres que, cuando nos vieron, trataron de huir. Salimos tras ellos. Yo conducía la motocicleta asignada para mi labor, me bajé y les dije: ‘Alto... policía’. Uno de ellos se me abalanzó y nos fuimos al piso. Este sujeto trató de quitarme el arma, pero yo pensé en mi hija, en que si él me ganaba yo podía salir herida. Logré neutralizarlo, no sé de dónde saque las fuerzas para hacerlo”, recuerda Lisbeth.

Confiesa que la idea de pertenecer a la institución policial surgió luego de que un grupo de agentes visitó el plantel donde se educaba su hija, para dar una charla sobre la importancia de servir a la ciudadanía. Sin embargo, pasaron siete años para que pudiera cristalizar sus sueños.

“Hoy lucho por mi niña y para darle un mejor futuro. Quisiera poder terminar con la delincuencia, para que los niños puedan vivir en un país libre de asesinatos, robos y extorsiones. Ser madre me hace ver el mundo diferente y trabajar con más amor”, sentencia la uniformada.

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