¡Tiene cuatro patas, una mirada que derrite y un corazón más grande que la selva! Su nombre es Luna y, aunque no usa uniforme ni silbato, se ha convertido en la guía estrella del Gran Cañón de Nachiyacu, un paraíso escondido en lo profundo de la Amazonía ecuatoriana.

Con apenas un año de vida, esta labrador retriever ya conoce de memoria los caminos de la finca El Paraíso, ubicada en la comunidad de Mondayacu, a solo diez minutos de Archidona.

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Pero lo que más sorprende no es su ternura, ¡sino su instinto! Detecta cuando un turista se extravía, corre a ayudarlo y hasta se lanza al agua si percibe peligro. “Cuando salté al río, ella también se tiró. ¡Yo lloré de la emoción!”, cuenta Teresa, una turista estadounidense que quedó flechada con su guía perruna.

Entrenada para salvar

No se trata solo de un show: Luna tiene entrenamiento básico en rescate acuático. Reconoce senderos, detecta desvíos peligrosos y no descansa hasta que todos estén a salvo. Su humana, Hellen Bedoya, quien tiene 19 años y es nieta del dueño de la finca El Paraíso, cuenta que Luna llegó desde Quito y rápidamente se adaptó a la vida en la selva. “Es mi primera mascota y ya es la más famosa. La gente viene preguntando por ella, se toman fotos… ¡la tratan como a una celebridad!”, dice entre risas.

También cobra su salario

Y sí, Luna no guía por amor al arte: al final del día exige su ‘maito’, un plato tradicional amazónico, con pescado, que la vuelve loca. También le ‘entra’ al pollo, pero su platillo favorito es ese envuelto de bijao que huele a fiesta selvática. 

El Gran Cañón de Nachiyacu, parte del geoparque Napo Sumaco, es un lugar que parece salido de una película: cuevas, cascadas internas, pozas naturales y petroglifos que hablan de tiempos ancestrales. Todo esto, custodiado por una perrita que se roba los corazones de los visitantes.

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La entrada cuesta tres dólares, y además de caminar entre maravillas naturales, en el sitio se puede conocer a Luna, la guía que no necesita hablar para hacerse entender. “Para nosotros, ella es parte del equipo, parte de la familia… y parte del corazón del cañón”, asegura Marcelo Bedoya, dueño de este paradisíaco lugar.

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