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Julio César indica que, actualmente, ha vuelto a caer en su adicción a las drogas. Clama ayuda para poder rehabilitarse.Freddy Rodriguez / EXTRA

El vicio no 'suelta' a Julio Ayala, famoso por su frase "amor, comprensión y ternura"

El ciudadano implora por ayuda para iniciar un tratamiento contra su adicción. Está desempleado, pero a veces 'cachuelea' como electricista

No está encerrado, pero Julio César Ayala casi no sale de su casa y pasa ahí, solo, preso de su dramática realidad: el consumo de drogas.

En la vivienda que habita, en la Isla Trinitaria, al suroeste de Guayaquil, años atrás lanzó, durante una entrevista televisiva, una frase que marcó su existencia: “Yo necesito amor, comprensión y ternura”. Un clamor que hoy está más palpitante que antes, aunque muchos piensen que se trata de una joda.

Julio César, sin pensarlo, trascendió popularmente por esa súplica, en 2010. Igual que su hermano, John, quien también participó en el reportaje del periodista José Delgado. Para ambos eso no fue agradable, pues la nota periodística reflejaba cómo ellos estaban perdidos en el vicio y que su madre pedía ayuda para que se rehabiliten.

Tiempo después, Julio César fue entrevistado de nuevo. Su aspecto mejoró, tenía buena ‘pinta’. Sin embargo, esa superación quedó atrás hace seis meses cuando su progenitora dejó de vivir con él.

AUSENCIA LO MARCÓ

La adulta mayor estaba postrada en cama por problemas de salud. Julio César la cuidaba como podía, pero una de sus hermanas se la llevó para encargarse de ella. No tenerla consigo lo derrumbó anímicamente.

No ha podido visitarla desde entonces. Estar en esa casa, sin su ‘viejita’ y desempleado, le provocó depresión. “Cuando ella estaba aquí, yo dominaba mi adicción. Me daba aliento y eso me servía para no caer o, al menos, pensar dos veces antes de hacerlo”, dice.

Ahora, a sus 51 ‘vueltas’, su presente es similar a la época de esa entrevista que lo elevó a la fama en redes sociales y en televisión nacional, hasta el punto de ser parodiado. Bajó de peso, aunque luce más fornido de como estaba al aparecer en el programa ‘En carne propia’. Pero hay una diferencia: se alejó de ese mundo alrededor de nueve años. Eso le da esperanzas para conseguirlo de nuevo.

Tiene claro que para recomponer su vida primero debe salir del entorno donde vive. Ahí no hay ‘panas’, solo los que lucran con los adictos del sector. Por eso él sabía que, tarde o temprano, “tenía que caer” de nuevo.

John, hermano de Julio, también consume drogas. A veces suele ir a dormir donde su ñaño.

Anhela cambiar de barrio y hacerse tratar. Pero con el dinero de los pocos ‘cachuelos’ que le salen de electricista, no le alcanza más que para soñarlo.

Ante la difícil situación que atraviesa encuentra consuelo leyendo una biblia que tiene en su casa.Freddy Rodriguez / EXTRA

SE SIENTE BURLADO

Ante esa ‘chirez’ apela a que una persona solidaria le extienda la mano, pero la gente solo se ríe de su recordada frase y desventuras, aunque uno que otro vecino lo apoya. Percibe que lo han ‘exprimido’ cómicamente, por así decirlo.

Pese a eso comenta que, en el fondo, su frase ‘pegó’ porque no es hostigosa. Más bien hace recapacitar sobre qué se necesita en la vida.

Contradictoriamente a la actualidad, en el período en que estuvo ‘papelito’ lo buscaban para que imparta charlas en clínicas de rehabilitación de cómo cambió su rumbo. Ese es su ‘fuerte’, recalca, como extrañando aquellos tiempos.

“Como dice el dicho, somos buenos oradores, pero malos hacedores. Yo he levantado a gente, ellos están parados, pero yo estoy caído”, relata.

Mientras, probablemente, aparezca algún ‘buen samaritano’, Julio César deambula por su casa como intentando escapar de la soledad. Sale a sentarse en el portal a ver pasar a la gente para distraerse sin éxito de su ‘cárcel’.

Su único consuelo es leer una vieja biblia que está en un anaquel de la sala. Tiene señalados sus versículos favoritos para repasarlos. Se emociona haciéndolo. Pasa de una hoja a otra, desentendiéndose del tiempo. Olvidando sus penas.