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Andrés volvió a amar la Navidad, mientras que Eli la detesta como festividad.GUSTAVO GUAMAN

Historias de Navidad: Andrés es un grinch rehabilitado

El museógrafo dejó de ser un odiador de la Navidad cuando nació su ‘bendición’. Ahora canta villancicos, adorna el árbol y hasta reza la novena.

El grinch es un personaje ficticio que odia la Navidad. Desde los regalos, las decoraciones e, incluso, a las personas que la celebran. Andrés Bolaños confiesa que fue uno de ellos durante muchos años, hasta que se ‘rehabilitó’.

El museógrafo, de 37 años, asegura que fue algo maravilloso lo que le hizo cambiar de parecer: el nacimiento de su hija.

Recuerda que el primer año que lo celebró se le hizo raro, porque no sabía cómo comportarse. Desconocía las letras de los villancicos, titubeaba mientras rezaba en la novena y no sabía, siquiera, la ubicación de los personajes en el pesebre.

Sin embargo, la ilusión de su pequeña al ver las luces del árbol navideño lo motivó a cambiar de opinión. Le dio nostalgia de no haber celebrado con su familia por tantos años y dejó de ser un odiador de esta festividad.

Ahora ya conoce quiénes son los reyes magos, sabe cómo va el pesebre y hasta qué es jugar el amigo secreto. Pero, pese a que, según él, se volvió un hombre menos amargado en estas fechas, no deja de enseñarle a cuestionarse a su hija sobre la Navidad, como en algún momento lo hizo él.

Andrés recuerda que cuando tenía 15 años era un pequeño grinch que dejó de asistir a la fiesta. Se encerraba en su cuarto a jugar en su computadora y esperaba a que terminara Nochebuena para comer algo de pavo, a solas y ‘descolado’.

Según el museógrafo, en ese tiempo estaba en una etapa de transición en la que se preguntaba por todo. Investigó sobre la festividad y notó “que era una fecha mercantilista en la que solo importa dar el mejor regalo y quedar bien ante el resto”.

Por otro lado, Andrés añade que los religiosos suelen aprovechar estos días para enviar un mensaje de reconciliación y amor. “Como si eso no se pudiera hacer todos los días. Además, esta celebración era pagana y la iglesia se apropió de esta para sacar provecho”.

Sin embargo, desde que es padre dice que debió aceptar la Navidad y acoplarse a las personas que la festejan. Aprendió que parte de la paternidad es no truncar los sueños de los niños. “Hay que dejar que vivan esa etapa mágica”.

Asegura que no arma el árbol de Navidad ni el pesebre, pero sí se ‘pegará’ harto pavo y cantará Dulce Jesús mío.

Ayudando al gremio

Andrés arrienda un departamento en la Floresta, centro norte de Quito, con la colombiana Elizabeth Zea. Ella es el grinch en versión femenina y el objetivo del museógrafo es ‘rehabilitarla’ para que encuentre el ‘espíritu navideño’ como él lo hizo.

La mujer, de 30 años, dice que odia esta festividad desde que llegó a la capital con su familia, cuando era niña. Según ella, la celebración en Ecuador es muy triste en comparación a Colombia. “Allá adornaban todas las casas. Los vecinos cerraban las calles, armaban una tarima y había un fiestón”.

Eli, como la llaman de cariño, afirma que esta festividad es un pretexto para ser ‘buenas personas’. “No entiendo cómo pueden gastar dinero que no tienen, en cosas que no quieren regalar a gente que ni siquiera conocen”, se pregunta.

Para esta Navidad, la colombiana pretende conseguir un disfraz de grinch y caminar por La Carolina para tomarse fotos con personas que se identifiquen con ella. Mientras tanto, Andrés le insistirá hasta el último momento para compartir juntos la llegada de Jesús.