De cara al golfo de Guayaquil, sobre el margen oeste del caudaloso río Guayas, se alza esta ciudad conocida como la Perla del Pacífico. Celebramos su fundación, recordamos su pasado y disfrutamos de sus atractivos.

Guayaquil, por su entorno, ofrece varios espacios para disfrutar de la naturaleza. Entre los más icónicos y transitados está el malecón Simón Bolívar, un sitio cargado de historia.

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Recibiendo la brisa del majestuoso afluente, en el malecón se puede pasar momentos de entretenimiento en sus diversas áreas, además de oportunidades para aprender sobre hechos significativos de esta urbe que nació a la orilla del gran caudal formado por la confluencia de los ríos Daule y Babahoyo.

Desde su asentamiento en el cerro Santa Ana, la ciudad ha estado siempre vinculada al Guayas por el arribo de embarcaciones con productos, lo que permitió al Puerto Principal conectar con el mundo. Así, el malecón comenzó a tomar forma.

Durante la época colonial, el paseo se extendió y, con el tiempo, se transformó en lo que conocemos actualmente: un espacio que incluye jardines, juegos, lagunas, plazas, un museo, un cine y zonas para disfrutar de delicias gastronómicas, con una extensión de 2,5 kilómetros. Por todas sus áreas, el malecón Simón Bolívar es uno de los grandes atractivos y encantos de Guayaquil.

El reloj público de Guayaquil, traído desde Europa en 1842 y que fue colocado en varios espacios, finalmente terminó instalado en la edificación de arquitectura bizantina levantada en un área del malecón, la Torre Morisca, inaugurada en 1931.

Hace ocho años, cerca del río, a un costado del Centro Cultural Simón Bolívar, se instaló La Perla, primera noria de la ciudad y del país. Con 57 metros de altura y 36 cabinas que giran en 11 minutos, es una de las principales atracciones del malecón.

El hemiciclo de La Rotonda en la Plaza Cívica rememora otro de los hechos históricos celebrados en esta ciudad: la entrevista entre Simón Bolívar y José de San Martín, celebrada el 26 de julio de 1822.

El inicio del malecón se conecta con el cerro Santa Ana y Las Peñas, el sector más antiguo de la urbe. Este barrio tradicional, conocido por sus casas coloridas, es el escenario de un sinfín de postales.

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