La familia Marazita Román celebraron el triunfo del club Flamengo junto a los brasileños que se hospedaron en su domicilio.Renata Román

Renata Román, la matriarca de la pequeña Brasil

La brasileña Renata Román y su esposo ecuatoriano Francisco Marazita les dieron la mano a muchos 'auriverdes' que llegaron a 'ciegas'  por la final. 

Volver a hablar su lengua materna y dar la mano a los brasileños que llegaron a Guayaquil por la final de la Copa Libertadores, el último fin de semana de octubre, hizo sentir a Ana Renata Román de Alencar Barbosa en casa, dentro de su misma casa.

La brasileña de ojos verdes y cabello castaño, radicada en Guayaquil desde hace 23 años, se vio en la necesidad de brindar apoyo a las personas que venían desde Brasil cuando se dio cuenta de que estaban cayendo en las redes de estafadores. Tanto así, que llegó al punto de acoger a seis extranjeros en su propiedad en La Dorada, en la vía a Samborondón.

“Para este evento mucha gente vino a ciegas y cuando estuvieron aquí se estrellaron con la realidad. Hay gente que fue estafada con el transporte y hospedaje, les ofrecieron cosas y nunca se las dieron”, reveló.

Fueron tantos los brasileños que le escribieron para solicitar asesoramiento, que dedicó todas sus horas en el celular a dar respuesta a cada uno. Fue un reto ayudar a todos, pero no imposible. Incluso, la mujer buscó la forma de hospedar a más de 50 foráneos donde viven sus vecinas.

Durante esta misión, Renata no estuvo sola. También contó con el respaldo de su esposo Francisco Marazita y sus cinco hijos. “Para mí fue un riesgo meter gente a mi casa, pero ella se aseguró de que fueran buenas personas”, resaltó su cónyuge.

El brasileño Andre Ricardo Santos se hospedó en la casa de la familia Marazita Román junto a su hija Amanda. Junto a ellos, recorrieron las zonas turísticas y celebraron del triunfo del Flamengo.

A esta matriarca, haber estado un fin de semana rodeada de sus compatriotas le hizo revivir la sabrosura y ambiente de su tierra. “El brasilero es brasilero, es mi sangre. Tienen una alegría que siempre contagia”.

Esto le hizo sentir nostalgia por la calidez de su gente, porque hace más de cinco años no visita su país. Y a pesar de que extrañe con locura sus raíces, Renata se considera una ecuatoriana más. Para ella, su hogar siempre estará en la Perla junto a su familia.

“Cuando salgo a la calle con mi esposa, todo el mundo le dice que es ecuatoriana, porque habla mejor el español, tiene hasta el acento guayaco”, comentó Francisco riéndose.

Renata y Francisco dicen que la mayoría de sus hijos desean ser abogados.Renata Román

Se enamoró a primera vista

A sus 17 años, Renata llegó de intercambio a Ecuador con la empresa Rotary Internacional para terminar su último año escolar. Sin hablar bien español, una familia de Bahía de Caráquez la acogió como si fuese su hija y en medio de las reuniones familiares conoció a su esposo Francisco.

Cuando la brasileña vio al ecuatoriano por primera vez se enamoró inmediatamente. Ambos se conocieron y en un par de días se hicieron novios.

Esa historia parecía de cuento de hadas hasta el día en que Renata regresó triste y con el corazón roto a su país. Francisco había dado fin a la relación, porque a sus 20 años quería una vida de soltero y no atarse a un compromiso.

Pero la gracia no le duró mucho. Después de una semana, el ecuatoriano se dio cuenta de su error y arrepentido viajó hasta Brasil para pedir su mano.

La brasileña, convencida, regresó con él. Dejó sus estudios, acompañó a Francisco hasta Guayaquil para que ingresara a la universidad y se casaron a los dos meses de novios. Hoy sienten que fue la mejor decisión. A sus 23 años de casados son felices junto a sus cinco hijos, todos hombres.