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Una familia acorta camino para llegar a la 9 de Octubre, desde la calle Aguirre. Pasa por los locales cerrados.Miguel Canales / EXTRA

Guayaquil: Malecón del Salado se muere en la soledad del abandono

Ciudadanos temen pasar por este espacio recreativo, debido a que luce solitario y pueden ser víctimas de la delincuencia. Y el turismo ya ni se asoma.

La pandemia les bajó sus ‘defensas’ económicas, pero la inseguridad termina matándolos. Los negocios y restaurantes del Malecón de Salado, en Guayaquil, lucen hoy la soledad del abandono.

En este sitio turístico, que en los primeros años tras su inauguración (2009) fue una zona de encuentros de amigos y turistas, apenas unos cuantos locales sobreviven. La mayoría de locales ubicados por el lado de la calle Aguirre, en el tramo de la avenida 9 de Octubre y Tungurahua, así como a aquellos de la calle Quisquís, junto a la Universidad de Guayaquil, están cerrados porque nadie llega a este lugar o, implemente, por temor a la inseguridad.

En el Malecón del Salado el turismo ha disminuido. Antes de pandemia, cerca de 250.000 personas al mes visitaban el lugar. En pospandemia llega a menos de la mitad, señala a EXTRA la gerencia de la Fundación Malecón 2000, que es la administradora.

La plaza de mariscos, ubicada en la calle Aguirre, hoy luce desolada, solo adornada por muebles y mesas vacías. Ya  están cerrados los cuatro locales donde se ofertaban platillos elabora dos con camarón, pescado y otras especies marinas.

En las noches había música en vivo y la gente bailaba en familia o entre amigos. La diversión duraba hasta las 11 de la noche y aunque había poca seguridad no existía tanto temor. Hoy no hay nada.

Los locales en la plazoleta son usados por estudiantes para conversar.Miguel Canales / EXTRA

El parque infantil aledaño a los locales hoy cerrados recibe visitas de vez en cuando; mientras que el muelle del estero Salado, en el que aún se ofertan paseos en bote, solo está activo los fines de semana y feriados, aunque también con poca afluencia de usuarios.

Hasta miedo da pasar por aquí. Todo está botado, no hay personas y uno corre el riesgo de ser asaltado”.Rodolfo Espinoza, ciudadano

Santiago Manrique, quien transita por el sector, señala que este es peligroso y desolado. “Por eso, pocos acuden, por el temor a ser víctimas de la delincuencia”, menciona. Esta zona no es la única afectada.

El tramo ubicado en la avenida 9 de Octubre y Tungurahua presenta un bajo flujo de visitantes, ya que los locales tampoco brindan servicio a los clientes, en su mayoría estudiantes universitarios.

Una pareja de estudiantes conversa en medio de la soledad que reina en la parte donde antes operaban unos locales de comida rápida y varios.Miguel Canales Leon

Daniel Mendoza, empleado de uno de los pocos locales en funcionamiento, estima pérdidas en sus ventas superiores al 70 % en comparación con el 2019, antes de la pandemia. “Estamos resistiendo, pero necesitamos que las autoridades nos ayuden con planes concretos”, comenta.

Una situación similar viven los negocios ubicados por el lado de la calle Quisquís, que colinda con la Plaza Rodolfo Baquerizo y la Universidad de Guayaquil. En su mayoría están cerrados, y lo que están abiertos atienden con poca clientela.