Tras la audiencia de flagrancia en contra de uno de los implicados en el ataque a seis personas que dejó un saldo de tres muertos, en el barrio Martha Bucaram, al sur de Quito, se brindaron medidas de protección para los sobrevivientes.

En el extracto de la diligencia se ordena que cualquier policía brindará ayuda inmediata si las víctimas son amedrentadas, de algún modo, a manos del procesado, identificado como Sergio Quiñónez, ahora con prisión preventiva.

Sin embargo, no se especificaba si los heridos recibirían algún tipo de ayuda psicológica tras la balacera ocurrida en dos puntos de ese sector capitalino, el 31 de octubre. Mucho más, al saberse que los implicados se disfrazaron con caretas de payasos.

Para Franklin Tinajero, psicólogo forense, una revisión de este tipo es vital porque se trató de un hecho sumamente violento y, por ende, estresante. “Una persona que experimenta esto sufrirá un estrés agudo que podría durar horas o incluso días. Después tendrán algo mucho más serio, como el estrés postraumático”.

Pero Tinajero explica que debido a la forma en la que estaban vestidos los atacantes, los sobrevivientes pueden sufrir algunas fobias: miedo a los payasos, así como a salir a la calle o temor a socializar con otras personas. “Necesitan ser tratados porque pueden surgir dificultades”.

Otros mensajes

Durante la audiencia, Quiñónez no aportó con mayores datos sobre los motivos para cometer el crimen. “Yo no estaba en el problema. Yo no he hecho nada. Yo estaba en mi casa”, fue lo único que dijo el implicado.

Y aunque el hombre no dio detalles sobre esto, para Fernando Carrión, especialista en temas de seguridad, por la forma en que se cometieron los hechos, estos tuvieron una intencionalidad. Esta va más allá de provocar un shock psicológico cuando los sospechosos se vistieron de payasos.

“Uno de los objetivos fue dejar un mensaje claro a la población: si te metes con nosotros, ya sabes lo que te puede pasar”, argumenta. Incluso compara esta matanza en la Martha Bucaram con lo ocurrido en las cárceles cuando se registraron descuartizamientos.

“Se lo llama asesinato-mensaje. Lo de las cárceles fue un mensaje a la policía. En este, me parece que se lo dirigió hacia las víctimas y a la sociedad en general”, indica.

Además, coincide en que el hecho de haberse disfrazado provocará inevitablemente un impacto psicológico y social en quien sobrevivió. “Por eso es preciso dar un tratamiento mental para procesar el caso. Además, se debe protegerlos (a los afectados) porque si hubo sobrevivientes, significa que probablemente se buscará ejecutarlos”, finaliza.