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Crónica
La enagua, las abuelitas la usan y las jóvenes la desprecian
Las adultas mayores la aman, las jóvenes se ‘enronchan’ con decir el nombre de esta prenda retro. Unas la ‘vacilarían’ como tentadora o forro de almohada. Otras se la pondrían si las artistas la usan. En el ropero de las ‘sugar mommies’ no está porque espanta a sus ‘babies’.
Mariel Loor tiene 25 años y se sintió como una arqueóloga haciendo una excavación cuando halló una enagua en la cajonera de su abuela Leonor, de 80. Para ella la prenda es digna de ser exhibida en un museo, como antigüedad.
Gracias a su abuelita, Leslie Solís, de 19, sabe algo de la enagua, y cuenta que su ‘veterana’ quería que ella la use, pero no pudo convencerla. Pareciera que el nombre de esta prenda es, para algunas muchachas, una mala palabra y le hacen el ‘fuchi’.
“Le dije: ‘Esa herencia no la quiero’. Aparte, con el calor de Guayaquil me voy a asar, o va a parecer que estoy usando un follón debajo de la falda”, indica.
Pero... ¿qué tal va la venta de esta ropa interior femenina? EXTRA fue hasta el centro de la ciudad a recorrer locales de lencería y uniformes, para constatar si la enagua está o no en peligro de extinción.
En el escaparate de vidrio de un tradicional establecimiento de las calles Boyacá y Clemente Ballén estaba arrumada una enagua. No le ‘paran bola’. No es la preferida de la clientela.
“Desde hace diez años no se las vende tanto. Es más, ya no hacemos pedidos, ofrecemos las que tenemos en stock. En la década de los 80 se comercializaba bastante, la utilizaban en colegios, trabajos. Antes una se tapaba; ahora se exhiben. En cinco años desaparece”, pronostica la administradora del local.
Para tener algo de ventas, el negocio decidió ofertar el short enagua, cuyo valor es de 12 dólares. Es igual a la prenda clásica, pero en forma de pantalón corto, que emplean más para andar en casa.
Asimismo, fuimos hasta el Mercado Central y preguntamos en varios locales de las calles 10 de Agosto y 6 de Marzo. Unos dejaron de ofrecerla porque vender calcetines y gorras les representa más económicamente.
Otros quieren seguir complaciendo a las adultas mayores, pues aseguran que quienes las compran pasan de los 60 años.
Como Tentadora, forro de almohada, trapeador...
Quisimos ver la reacción de los ciudadanos y les formulamos dos preguntas: ¿Qué harías si tu pareja te regala una? ¿La obsequiarías? La gente, antes de responder, arrugaba la cara...
“Yo lo mando zumbando si me regala eso. Si no sabe qué comprarme, que me dé la plata y yo me hago el regalo. Aunque me quedaría linda, pero como forro de almohada”, ironiza Marta Sánchez (26).
Rosalía Beltrán (28) las comercializa y afirma que no es necesario que se la obsequien, pues tiene tres: blanca, negra y color piel (tonos básicos). Sus compañeros del trabajo quisieron ‘foquearla’ porque las usa, pero ella, con personalidad, expresa que se las pone cuando luce algún vestido de randa. Las manda a arreglar con una costurera, pues le gustan ceñidas al cuerpo.
Jéssica Pin, clienta de unos 50 años, nunca las ha usado. “Hay bonitas y de todos los colores. Si mi pareja me regala una, la hago tentadora. Me la subo hasta el pecho, le pongo tiritas y la ‘vacilo’”, asegura.
“No me la pondría, es antisexy, se me duerme mi pareja con eso. Si me da una, la cojo como trapeador”, manifiesta Carlos Analuisa (38), mientras sus compañeras del trabajo no aguantan la risa.
“Antes muerta que con enagua, esa debe de ser la frase de las ‘sugar mummies’ (mujeres mayores de 30 años que mantienen a los jóvenes)”, considera la comerciante Ginger Carola (32), conocida como Paloma la Espectacular.
Joao Vera (25) coincide. “Esa prenda no está en el ropero de una ‘sugar’. Ellas quieren verse y sentirse jóvenes, conquistar ‘pollitos’. Si se ponen enagua los espantan. Sinceramente, el hombre se sentiría que está con la abuelita y se le desanimaría el ‘amiguito’”, se carcajea el veinteañero.
Siguiendo a las artistas
“Si Karol G, Anitta o Natti Natasha se las ponen, nos las ponemos todas”, coinciden las veinteañeras Génesis Guacho y Joselyn Villón.
“Ahora los artistas son los modelos de los jóvenes, ya no lo son sus padres. Ellos hoy deciden qué usar. En los 80 y 90 éramos tapadas y recatadas”, reflexiona la administradora de un almacén de ropa íntima, quien opina que la onda feminista lleva a algunas jóvenes a decir: “Es mi cuerpo, yo decido si lo muestro o no, y no debes criticarme por eso”.
Compradoras ‘pepa’
Los comerciantes indican que las poquitas clientas que tienen son fijas: las abuelitas y las hermanas evangélicas veteranas.
Liduvina Corozo, de 58 años, confiesa que las utiliza desde niña y siempre le han gustado. “La enagua es una prenda que nos ayuda a que no se vea el calzón. Es como dice la canción de los Gaiteros de San Jacinto: ‘a la mujer sin pollerín se le ve la claridad’”.
Tiene tres, las adquiere en el mercado San Vicente de Paúl, en el suroeste. “Se las compro a una señora en 4 dólares, ella las manda a hacer, son de algodón y encaje. He usado unas 130 en toda mi vida. En plata no sé cuánto es, pues antes las vendían en sucres. Ni me acuerdo cuánto valían”.
La esmeraldeña recalca que las cristianas evangélicas las usarían porque son templo del Espíritu Santo y el pudor es parte del cuidado al cuerpo. “Pero eso es en las mujeres mayores. Las jóvenes se inclinan por la moda”, concluye.
Ni en la ‘Yoni’ consiguió
“No puedo andar sin enagua. Así no sea transparente la falda, igual me la pongo. Tengo una de unos 30 años. Acá no encuentro a mi gusto. Le dije a mi hija, quien vive en Estados Unidos, que me consiga una por allá. Una sobrina intentó en Brasil y nada. Por eso le dije a mi costurera que me haga una con el modelo de la que tengo. Me confeccionó dos, creo que esas me van a durar toda la vida”, cuenta Jovita Valero, de 67.
¿Por qué las mujeres ya no la usan? Piensa, suspira y contesta: “Ya no tienen pudor. ¿No ha visto a las que andan con vestidos ralitos y el calzón se les ve? Mientras más enseñan, mejor. Ya no tienen vergüenza”, opina la sexagenaria, quien enfatiza que su madre y abuela la vestían. “De niña, una imita a la mamá, se ponía tacón, labial... así mismo era con la enagua”.
Las ‘salvadoras’
Por ocho años, Carmen Panchana (42) fue la ‘salvación’ de varias abuelitas desesperadas por su enagua.
De 2010 a 2018 las confeccionó, pero dejó de hacerlo. Una razón es que se le dañó su máquina de coser. Además, la mayoría de sus clientas ‘maduritas’ fallecieron y otras se fueron del país por la situación económica y de inseguridad. “Cobraba dos o tres dólares, vendía cinco por semana”.
Laura Cantos también las hace bajo pedido, para ello usa telas como quiana, jersey o licra de seda. Su costo va de 7 a 10 dólares. Cuando se trata de vestidos, la mayoría de clientas le piden que estos sean forrados para no usar enaguas. En sus manos, las enaguas sobreviven a la moda del destape.
Angie Asencio, ciudadana