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El 13 de agosto de 2021, tras permanecer 68 días raptado, el ecuatoriano se reencontró con su familia.CORTESÍA

El ecuatoriano permaneció 68 días secuestrado y 56 encadenado a un árbol: “Me encomendé a Dios y a la virgen”

El compatriota relata a EXTRA qué hizo para sobrevivir y cómo lo mantuvieron encadenado a un árbol. Después de su liberación, le tomó dos meses retomas sus actividades. La Policía revela que desde la pandemia los delitos de secuestro y extorsión se han vuelto comunes.

Han transcurrido 18 meses y aún la fatídica mañana del 5 de junio de 2021 está latente en la memoria de un empresario ecuatoriano que hace más de un año vivió los momentos más trágicos de su vida. Fue secuestrado y permaneció encadenado a un árbol en un sector de difícil acceso y cubierto de vegetación, en la provincia de Carchi, cerca de la frontera con Colombia.

El compatriota, de 48 años, es una de las 31 personas que han sido víctimas de secuestro en los últimos dos años en Ecuador, de acuerdo con estadísticas de la Policía Nacional. Y aunque ya han pasado 472 días de su liberación, el hombre, quien fue raptado en una provincia del norte del país, aún experimenta las consecuencias de este tipo de experiencias traumáticas, secuelas que no solo sufre quien estuvo en cautiverio, sino también sus familiares.

“Aquella mañana salí a andar en bicicleta. De pronto fui interceptado por un tipo armado. Me obligó a bajarme y a la fuerza me subió a la cajuela de un carro. Me pusieron un colchón para que yo no tuviera visibilidad y no pudiera ver por dónde me llevaban. Hora y media después se detuvieron, me obligaron a cambiar de ropa y caminamos por un sector de tercer orden. Lo hicimos por 12 días, seguramente para evitar los controles policiales”, narra el afectado.

Las estructuras criminales que se encargan de hacer estos delitos son las que se encuentran debilitadas económicamente”.Héctor Franco Jefe operativo
de la Unase

El mayor Héctor Herrera, jefe operativo de la Unidad Antisecuestro y Extorsión (Unase) de la Policía Nacional, explica que en casos de secuestro, es necesario que la familia de las víctimas mantenga la calma y denuncie el hecho, para que las unidades especializadas actúen.

Sentencia
El 28 de julio de 2022 cuatro detenidos por el secuestro extorsivo al ecuatoriano fueron sentenciados a 17 años y cuatro meses de cárcel. Dos son colombianos.

“El país se mueve a través de las circunstancias. Antes de la pandemia casi no se daban secuestros, pero después de la pandemia se han evidenciado una serie de hechos violentos que han intranquilizado a la ciudadanía. En la Policía estamos para servir y pedimos que denuncien, que confíen en nosotros. Por lo general, las víctimas de los secuestradores son los microempresarios, ya que no andan con guardias privados”.

El jefe de la Unase detalla que existen cuatro tipos de extorsiones: la virtual, sexual, siciliana y la común (ver infografía). “Muchos de los secuestros comienzan con lo que comúnmente se llama ‘vacuna’ y terminan evolucionando al delito de secuestro”.

56 días encadenado

Con su voz aún entrecortada, el afectado rememora lo que vivió aquel funesto sábado, cuando como de costumbre salió a andar en bici, una de sus actividades deportivas favoritas. Confiesa que nunca imaginó que la delincuencia iba a arrebatarle la tranquilidad a él y sus familiares, y que durante 68 días su existencia iba a pender de un hilo.

Los secuestradores se contactaron con sus seres queridos y le exigieron dos millones de dólares a cambio de devolverlo con vida. Le decían que de no pagar, iban a matarlo.

Más recurrentes
La virtual y las ‘vacunas’ son las extorsiones de mayor incidencia en Ecuador.

“Luego de caminar por tantos días y pasar por una quebrada me llevaron a un lugar selvático, en condiciones complejas e infrahumanas. Mi pierna estaba encadenada al tronco de un árbol. Me soltaban una hora en la mañana y otra en la tarde, pero siempre con vigilancia. Me apuntaban con armas y fusiles. Sí me daban de comer, pero también me advertían que si mi familia no pagaba lo que pedían, no los volvería a ver, que me despidiera de ellos. Habían estado dos semanas vigilándome, siguiéndome. Me habían estudiado”.

Confiesa que su fe en Dios y sus oraciones fueron sus ‘armas’ para sobrevivir y no caer en depresión. Y no dejaba de repetirse que salir vivo de esa pesadilla iba a ser un milagro.

“Estuve dos meses y ocho días secuestrado. Fueron 12 (días) caminando y 56 en la selva, con la angustia de no saber qué iba a suceder, pero me encomendaba a Dios y a la Virgen, rezaba el rosario. Mi familia hizo lo correcto, se comunicó con la Policía, confiaron en que me iban a regresar con vida. En un suceso como ese, el temor de mis seres queridos era muy grande”.

Finalmente, el día de su liberación llegó. La madrugada del 13 de agosto, agentes de la Unase en coordinación con el Grupo de Intervención y Rescate (GIR) y el Grupo de Operaciones Especiales (GOE) realizaron un operativo para ‘devolverlo a la vida’. Los cuatro sujetos que lo custodiaban lograron escapar, pero días después la policía detuvo a cuatro hombres, dos de nacionalidad colombiana; uno de ellos era el supuesto líder y quien habría planeado el secuestro.

Durante 56 días el compatriota permaneció atado a un árbol. Lo tenían encadenado. Le repetían que si su familia no pagaba dos millones de dólares, no los volvería a ver.Cortesía

“La madrugada de mi rescate pensé que habían llegado a matarme. Solo sentí pasos y personas corriendo. Doy gracias a Dios porque me devolvieron con mi familia. Aunque mi vida dio un giro total. Antes caminaba con libertad, sin temor. Ahora lo hago con escoltas, tuve que contratar guardias privados, tengo cámaras de seguridad en cada rincón de mi casa. Estoy como testigo protegido de la Fiscalía y sigo con el acompañamiento de la Policía Nacional”, sostiene.

Revela que entre los problemas psicológicos que le dejó el secuestro, está el temor a que algo así le vuelva a ocurrir a él o a su familia. Admite que al inicio fue difícil llevar una vida normal, pero con el pasar de los meses fue sintiendo confianza y seguridad para retomar sus actividades laborales y personales. Ahora evita estar en lugares alejados o que representen un peligro.

“Después de un mes de a poco me fui reintegrando a mi trabajo, a los dos meses a tiempo completo, pero siempre con acompañamiento. Estoy revisando por dónde me movilizo, sigo las recomendaciones de la policía, pero lo más importante es que trato de no recordar lo que pasó y todo se lo he dejado a Dios. No les guardo rencor, los he perdonado para estar en paz”, concluye.