Exclusivo
Actualidad
¡Los destripadores del páramo!, en Cotopaxi
Los perros ferales son una amenaza para los rebaños; los comuneros lloran sus pérdidas. Autoridades investigan los ataques.
Madrugada del 25 de marzo. Escena del crimen: Maca-Milinpungo, cantón Latacunga, páramos de Cotopaxi. Cuatro alpacas sin vida: tres destripadas y una, la más grande, con el muslo devorado. Huele a sangre fresca, pero los asesinos ya han escapado.
Al amanecer, agentes ‘forenses’ -que en realidad son funcionarios del Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate)- llegan al lugar de los hechos. Examinan los cadáveres. Toman muestras. Hacen fotografías. Inspeccionan el terreno... Aparecen huellas. Y un testigo clave.
El comunero Mario Unaucho revela que sus vecinos escucharon ladridos. Que él fue hacia los pajonales en su moto. Que encontró a los animales muertos. Que se le fueron las lágrimas... Además, en el levantamiento de evidencias, un hombre descubre pelusas amarillas, negras, blancas, ancladas a los alambres de púas que cercan a las alpacas.
Con esa información se dispara una sospecha. Los destripadores, que cazan a sus víctimas en manada, podrían ser perros ferales (salvajes). Habitan en el páramo y serían los responsables de los asesinatos y desapariciones de borregos, alpacas y terneros, en los últimos meses, en los cantones de Latacunga, Saquisilí y Pujilí.
El comienzo
Hay reportes de que las matanzas empezaron desde el 30 de enero. Jorge Sivi, presidente parroquial de Cochapamba, en Saquisilí, nos conduce a Calquin. 8 kilómetros hacia las montañas. Entre la vegetación se descubre Dolores Guanoquiza -poncho rojo, sombrero negro- y sonríe. Luego llora.
Tenía 70 ovejas. Los destripadores acabaron con 22 en esa fecha. 20 murieron luego, debido a la gravedad de sus heridas. De las que sobraban, Dolores vendió 13 a mitad de precio porque estaban afectadas.
- “Nos duele mucho lo que ha pasado. Eran el único sustento de la familia. Con mis animalitos he educado a mis hijos”, suelta la mujer en quichua, pero Sivi traduce.
Tras el feroz ataque, su hijo y su nuera migraron hacia el Oriente y ahora se dedican a buscar chatarra. En el campo, Dolores no duerme. Teme que en cualquier momento las bestias aparezcan de nuevo. ¿Qué animal cree que fue el causante de esta masacre?, le preguntamos. Que no sabe, responde.
Pero sí cuenta que la esposa de su hijo vio -alguna vez- a un animal grande, café y que aparece en las madrugadas. ¿Quizá el chupacabras?, le increpamos. Se ríe. No cree en eso. Ya no.
Sivi insiste en que los autores serían los perros ferales. Y que tras la masacre a los animales de Dolores hubo otras en Mulintimi (15 muertos), Llamahuasi (24), Atápulo (21), Paluctupamba (9), Chulcotoro y Saraugsha (19) y en otras localidades.
Los comuneros pudieron identificar una manada de siete ‘salvajes’. Pero no han podido atraparlos. Son tan veloces como un auto y tan agresivos como un tejón. “Recorren hasta 30 kilómetros por día”. Arturo Caviedes, médico veterinario y zootecnista, afirma a EXTRA que incluso podrían atacar a niños.
Sivi piensa que pueden ser perros domésticos que salieron al campo a buscar alimentos y se hicieron ferales. O los callejeros que se apuestan en las cunetas de la vía Pujilí-Zumbahua esperando que les den comida, una problemática que EXTRA publicó el 15 de marzo.
El último reporte de un ataque en Cochapamba fue el 14 de marzo, en la propiedad de María Ayala. Ella dice que el crimen se cometió entre las 04:00 y las 06:00. Dos borregos desaparecieron. Cuatro murieron: solo quedaron las cabezas y vendió una de ellas en apenas 10 dólares.
Sivi, el presidente parroquial, explica que un borrego, en promedio, puede costar 120 dólares. Asegura que han muerto unos 300 por los ‘atentados caninos’, lo que significa una pérdida de unos 36.000 dólares. “Cochapamba es la parroquia más afectada de Cotopaxi”.
A la caza
En Pujilí -cantón situado a más de 30 kilómetros de Saquisilí- también hubo una masacre. Esta vez, en la comunidad Cachi Alto. Su presidenta, Miriam Chasipanta, nos guía a las tierras de María Esther Baraja -viste poncho azul, sombrero café-.
Ella dejó a sus borregos pastando en el páramo durante la noche. En la madrugada ya eran solo 18 cadáveres destrozados. Estaba indignada. Sentía dolor. Se le habían ‘llevado’ su fuente de ingresos. El sustento de su familia. Así que la comunidad se levantó para ‘cazar’ al animal que había cometido el ataque. Lo buscaron entre los pajonales, en las quebradas. Entonces...
La hija de María Esther, María Belén Vega, cuenta que los hallaron. No era uno, sino tres. “Maltoncitos. Con las orejas paradas y hocico de lobo. Daban unas zancadas impresionantes”, describe.
- “Para qué vamos a mentir, unito matamos”, dice Esther.
No fue ella. Hay un video en el que aparecen tres comuneros sosteniendo del cuello y el cuerpo al destripador -que es una perra feral blanca y que parece que ha parido recién-. Para confirmar que era la bestia que había devorado a los borregos, le abrieron la panza y hallaron la carne y lana de ovino.
Según el presidente de Cochapamba: “Los animalistas dicen que no se debe matar. Y hemos entrado en una contradicción grande, porque nosotros debemos proteger el bien de nuestra familia”. Su homóloga de Cachi Alto asegura que saben que hay una ley que los puede enjuiciar, pero “no sacrificamos sin razones”, defiende.
Muchos no saben qué hacer tras los ataques, como Esther y Belén. O como Isabel Chasipanta, de la misma comunidad, quien perdió unos 18 ovinos. “Hasta hoy no me olvido de mis ovejitas, compañerito; las autoridades no dicen nada, compañerito, y los borreguitos que murieron ya fueron enterrados, compañerito”.
En Maca-Milinpungo
Gavino Vargas Salazar, director zonal 3 Chimborazo del Maate y quien dirige el equipo que ha llegado a Maca-Milinpungo -donde murieron las alpacas-, les dice a los comuneros que cumplen lo que manda el Código Orgánico Ambiental. Insiste en que es muy pronto para hacer un pronunciamiento oficial sobre qué animal está causando estos ataques, pero por los patrones consideran que sí son los perros ferales y no pumas, como se publicó en algunos medios locales (ver infografía).
“Algunos incluso tienen un cruce de razas”, insiste.
Hay muestras que están siendo analizadas en el laboratorio de la Universidad San Francisco de Quito. Con los resultados, que se entregarán esta semana, podrán identificar al animal. Si son los perros ferales se analizará la posibilidad de reintroducirlos y darlos en adopción, caso contrario, deberían ser ‘eutanasiados’.
Pamela Cadena, directora de Ambiente del Gobierno Autónomo Descentralizado de Latacunga, asegura que sí se ha estado trabajando con la comunidad sobre este tema. “Somos nosotros los responsables de nuestras mascotas, en el caso de que fueran perros, estos no estuvieron allí siempre, fueron abandonados por sus dueños y, por ende, están buscando alimentación”.
Mientras se hacen las investigaciones, en las comunidades se mantienen en vilo, con el temor de que los destripadores vuelvan otra vez.
Animalistas: "Falta de atención del Estado"
Ante la difusión de contenido falso sobre el ataque de un puma a 1.200 ovejas en Pujilí, el Movimiento Animalista Nacional del Ecuador dijo que el Maate confirmó que fueron perros ferales y que son máximo 80. Además, se informó que “el conflicto entre animales humanos y animales (...) es una problemática de larga data; en las comunidades rurales se agudiza por la falta de atención del Estado”.