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Steven labora en la esquina de Maracaibo y la 28, en el suroeste de Guayaquil.CARLOS KLINGER

Caseritos: La pareja que conoció el amor y ahora trabaja junta

Steven fue ‘conquistado’ por verduras y legumbres. Ahora, su esposa es su compañera de trabajo y de aventuras

Para Steven Figueroa, de 29 años, el trabajo pasaba como una cosa más. Sin embargo, desde que conoció a su esposa, Blanca, se transformó en su actividad preferida. Mientras Blanca, quien ya era ‘ama y señora’ de un negocio de víveres, Steven se enamoró de ella.

El hombre, quien actualmente se dedica a vender víveres en Maracaibo y la 28, en el suburbio de la ciudad, conoció a Blanca y cambió su ocupación.

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“Nos conocimos hace nueve años. Yo trabajaba en un restaurante como repartidor de almuerzos, pero luego me centré en la venta porque mi esposa ya se dedicaba a esto de vender tomates, legumbres y verduras”, recuerda.

Ellos hacen tan buen equipo que hasta en las jornadas largas se entienden bien. “Nos apoyamos siempre. Mientras ella está haciendo una cosa, yo estoy en otra, y sin hablar ya sabemos qué sigue”, asegura.

Sus jornadas empiezan muy temprano. No obstante, “por la situación de los vacunadores” no quiso detallar a qué hora inicia y termina su labor.

¡Steven y Blanca son 'brinquillos'! Se mueven de mercado en mercado

“Es peligroso este sector. Los secuestros siempre se escuchan y les piden mínimo 30 mil dólares cuando se los llevan”. Y aunque a él no le ha sucedido, igual teme por sus compañeros y por él mismo.

Stevencito, como le llaman sus clientes habituales, trata con amabilidad y “cariñosamente” a todos. “Mi esposa no se pone celosa (risas). Ella sabe que hay que portarse bien con quienes vienen a comprarnos”, explica.

A eso le suma la ‘yapa’ que da a los ‘caseritos’ que llegan a su puesto: hojitas de perejil, apio o cilantro. “Ellos se van de aquí con lo que le va a dar sabor a la comida”.

Su esposa, Blanca Tigxe, trabaja junto con él. Ella empezó el negocio.CARLOS KLINGER

Lo ‘bacán’ del puesto de Steven y Blanca es que todo es “bueno, bonito y barato”. “Es más barato porque preferimos traer de Riobamba los víveres. Se alquila con más personas un camión y se trae lo que se necesita. Resulta más conveniente que comprar en el mercado de transferencia de aquí”, resalta.

Pero no es la única ventaja de Steven. Él se mueve por algunos mercados de la ciudad, entre ellos el del Cristo del Consuelo, ubicado en Guerrero Valenzuela y la B, en el sur de la urbe.

“Allí trabajamos de lunes a domingo, porque ese mercado no descansa. Intentamos siempre tener productos frescos que hagan sentir bien a nuestros clientes”.

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