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Ensayo de Batucada Popular cerca de una orilla del estero Salado, en Nigeria.Miguel Canales / Extra

Batucada Popular: La música como alternativa al reclutamiento de bandas criminales

Pertenecer a esta agrupación ha ayudado a jóvenes a alejarse de caminos ‘chuecos’. Ensayan en las calles de 7 barrios conflictivos de Guayaquil

Un sonido seco retumba sobre el barrio Nigeria. Los vecinos, alertas como siempre en este barrio ‘candela’ del sur de Guayaquil, asoman la cabeza con cautela, temiendo que el eco anunciara un balazo. En pocos segundos, descubren el origen del estruendo: un golpe firme azotó una vieja campana de metal desgastado, que señalaba el inicio de un ensayo de Batucada Popular.

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Algunos llevan tambores profesionales; otros, apenas artesanales. Los espectadores siguen el pegajoso ritmo golpeando con los anillos de sus dedos cualquier superficie al alcance. Los más alegres, acompañan bailando. La barriada, hipnotizada por la percusión, es también parte de un ensayo.

En un parque cercano a la orilla del estero Salado, una veintena de niños y jóvenes afrodescendientes dejaron de lado los columpios y resbaladeras cuando llegó el ‘carro de los tambores’.

Con el sol despidiéndose tras los techos de zinc, las carcajadas se apagaron para dar paso al retumbar de los bombos sobre adoquines que aún conservaban el calor del día. Así son sus prácticas: en la calle, el mismo lugar donde muchos jóvenes encuentran dinero fácil mediante actividades ilegales.

Desde su fundación en 2020, las ‘selvas de cemento’ son utilizadas por los integrantes de esta agrupación para sumar a más personas, para que el sonido retumbe aún más fuerte. Actualmente son más de 150 miembros, ofreciendo no solo un escape, sino una alternativa.

Los vecinos quedan ‘hipnotizados’ con cada ensayo de la agrupación en Nigeria.Miguel Canales / Extra

“Somos una fundación guayaquileña que brinda educación musical para evitar que los jóvenes sean reclutados por bandas delictivas”, explica Johanna Chévez, cofundadora del proyecto junto a su esposo, Xavier Moreira. Lo que comenzó en el patio de su casa, con baldes plásticos sujetos con cinta adhesiva, se transformó en un movimiento.

Primero se unieron sus hijos, luego los vecinos y, poco a poco, el ritmo afrobrasileño atrajo a más personas, generando una red que se expande por sectores conflictivos de la ciudad, donde las balas criminales retumban con fuerza: Bastión Popular, Flor de Bastión, cooperativa Sergio Toral, el suburbio, Nigeria, Trinipuerto y Socio Vivienda.

Refugio musical en tiempos oscuros

En 2020, mientras el mundo lidiaba con la pandemia de COVID-19, los Moreira-Chévez dieron vida a esta iniciativa, que primero estuvo enfocada en madres de barrios populares.

Sin embargo, los ‘pelados’ se convirtieron rápidamente en el núcleo del proyecto. “No imaginábamos que tantos chicos se iban a interesar, como tampoco anticipábamos la ola de violencia que vivimos ahora: masacres carcelarias, inseguridad y pandillas que reclutan hasta en las escuelas”, lamenta Chévez.

La situación no es ajena a la realidad descrita en varios reportajes de EXTRA: en Ecuador, un niño reclutado por un grupo de delincuencia organizada (GDO) puede ganar hasta 2.000 dólares, un atractivo difícil de ignorar en medio de la pobreza. Pero Batucada Popular surge como un contrapeso a esas perversas ofertas.

“Los niños muchas veces son invisibles para las autoridades”, dice Chévez. Y aunque reconoce que entrar en zonas rojas puede causar temor, “es una labor que hay que hacer”, dice con firmeza.

Pese a que lamenta que las autoridades no se estén encargando de recomponer el tejido social en estas zonas, varias organizaciones, con diferentes enfoques, tratan de sacar a niños, adolescentes y jóvenes de lo que podrían considerar su única alternativa: delinquir.

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Batucada Popular del sector de Nigeria después del ensayo.Miguel Canales / Extra

Reconocimiento a Batucada Popular

En noviembre de 2024, la fundación recibió un impulso clave: una subvención del Fondo de Resiliencia, un organismo internacional que apoya iniciativas contra la delincuencia organizada. Esto les permitió adquirir más instrumentos y fortalecer su misión social y musical. “Estamos felices porque fuimos una de las 10 iniciativas ganadoras entre 250 proyectos. Ahora tenemos más tambores y podemos sumar más jóvenes”, comenta Chévez emocionada.

Ensayo en el estero Salado

Con otro golpe en su campana para timbal, Johanna Chévez marca un breve descanso del ensayo. En ese momento, los chicos se ponen al día y conectan entre ellos, pues, al final, la unión del grupo es una de las cosas que más disfrutan.

Alejandra Ortiz, una joven de 18 años con trenzas cortas que se mueven al ritmo de sus pasos, resume su experiencia con timidez: “Todo bonito. Me encanta. Me gusta”. Ella, como muchos otros, encontró en la batucada un refugio, atraída por la infalible estrategia de escuchar a Batucada Popular en las calles de su barrio.

Risueño con sus amigos, quienes lo consideran “uno de los mejores del grupo”, el pequeño Mateo Arroyo, de 12 años, no es muy amante de las cámaras. Al responder una pregunta, lo hace mirando al piso mientras sonríe nerviosamente. A pesar de que responde mayormente con monosílabos, deja claro que, aunque le gusta el fútbol, prefiere la batucada, por sus amigos y por la música. Incluso asegura que practica dos horas en su casa cada día.

Anahí Quiñónez, de 20 años, lleva tres años en Batucada Popular y ahora lidera el grupo del sector Nigeria, el más grande, con 35 integrantes. Su mayor logro, asegura, ha sido unir a los jóvenes de Barrio Chino y Nigeria, dos zonas enfrentadas por problemas de pandillas. “Decidí unirlos para que tengan la mente ocupada, dejen las drogas y dejen de aprender vicios”, menciona.

Confiesa que en el pasado también hizo “cosas malas” en la calle, pero que unirse a este grupo la ha enderezado. Hoy recluta jóvenes incluso por TikTok, con el fin de agrandar cada vez más su grupo, o su familia, como ella los llama.

El papel de los padres

El apoyo de los padres de familia en Batucada Popular, según Chévez, no es tan significativo. Esto no se debe a una oposición a la actividad musical de sus hijos, sino a su ausencia.

Sin embargo, entre esas pocas excepciones se encuentra Maribel Tenorio, quien tiene a su hijo y a dos de sus nietas participando en esta 'sinfonía' contra el crimen.

"Mi familia está contenta, nos parece muy bien esta agrupación porque beneficia enormemente a los chicos para que no estén ociosos en las esquinas o vagando por la calle. No lo digo por mi hijo, sino por otros jóvenes que están perdidos en mi barrio", afirma.

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