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El barrio La Mariscal, en Quito, pasó de ser una zona de fiesta a un sector inseguro
El sector luce despoblado, con vendedores de drogas e indigentes en sus veredas y portales. Hoteleros se ‘comen la camisa’ por la inseguridad.
11:30. A la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) de La Mariscal llega una estudiante con los ojos rojos y empapados de lágrimas. “Me robaron”, le dice al policía de guardia. Detrás de ella llega otro agente con un detenido, al que evidentemente golpearon.
Este es solo uno de los tres casos de robo que llegan hasta esta UPC al día. La inseguridad es uno de los tantos males de un barrio que guarda 101 años de historia. Surgió como una conmemoración de la Batalla de Pichincha y aún conserva, al menos, el 65 % de la infraestructura que se gestó como parte de la modernización y ampliación del Quito del siglo XX.
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Desde la década de los 90, La Mariscal fue considerada la zona rosa de Quito, en donde los fines de semana los jóvenes se congregaban para entretenerse en los bares y restaurantes de este espacio del norte. Pero de eso no queda nada...
Los inmuebles donde funcionaban restaurantes o lujosos hoteles tienen cadenas cruzadas y los vidrios rotos. Allí predominan los letreros de ‘Se vende’ o ‘De remate’. Donde había luces coloridas, ahora hay polvo, basura y las ropas de los indigentes que aprovechan esos espacios.
Según Juan Fernando Rueda, presidente de la Asociación de Hoteles de La Mariscal, el catastro de negocios bajó de 2.500 a 840. “Por lo menos 1.600 locales están cerrados o en proceso de cierre”, agrega.
LOS DELITOS
La muchacha que llegó a la UPC en busca de ayuda trata de calmarse. Es la primera vez que es víctima de un delito. “Me amenazaron. Estaban como cinco, con una mujer”, cuenta asustada a EXTRA.
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Le arrancharon el celular en el bus. Se bajaron campantes y todo fue a parar en la zona La Mariscal. “La gente alcanzó a retenerlo a él (el detenido) y le ha pegado, pero mi celular no asoma”, relata.
El mayor Freddy Borja, subcomandante de este circuito, explica que el consumo de alcohol y drogas en la vía pública es la actividad donde convergen diversos delitos. “La gente que está bebiendo genera que venga delincuencia de oportunidad: arranchadores, estruchadores de vehículos, robo de accesorios y microtráfico”, comenta.
El arranche es algo frecuente. Para Borja, resulta difícil tener una estadística real de este delito porque los afectados no suelen denunciar. “Sí, es elevado, las personas que están libando suelen ser las víctimas”
La estudiante que fue víctima de robo no estaba bebiendo y aseguró que sí colocará una denuncia, aunque también signifique que “el sospechoso salga en unas cuantas horas”.
Para Juan Fernando Rueda, el problema es más profundo. “Esto no es solo cuestión de la policía, ellos hacen su trabajo. Esto es algo de varias entidades, pero también de quienes la habitamos”, explica.
Camina por la Wilson, donde funciona su hotel. “Ahora mismo tenemos ocupación cero. Nos quedamos solo con un empleado”, comenta. Alrededor de su predio, algunas personas consumen sustancias. Se pelean: insultos, gritos. “¿Usted se hospedaría en un lugar así?, no creo”, reflexiona.
Hace dos meses, tres personas fueron detenidas en un operativo de la Unidad de Antinarcóticos, según el subcomandante Borja. En las esquinas es común ver a los llamados ‘brujos’ o microexpendedores de drogas.
A PIQUE
Héctor Molina, investigador histórico, explica que este barrio puede ser considerado como otro Centro Histórico, pues su construcción dio paso a la modernidad en Quito. “Fue habitada por presidentes y artistas destacados del siglo XX. Si bien las casas no son coloniales, algunas sí son patrimoniales”.
Tiene una característica única, pues fue pensada como una ciudad jardín, luego de que la gente empezara a viajar a Europa. “Se copió principalmente la arquitectura inglesa de la época. Las casas no están juntas, hay más espacios verdes”, agrega Molina.
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Esta arquitectura se perdió un poco a partir de la década de 1970, cuando dejó de ser residencial para ser comercial. En los 90 se convirtió en la zona rosa de Quito. “Todo este proceso forma parte de la historia de este espacio, lo que la vuelve muy valiosa”, relata el historiador.
Esta dinámica se sostenía, para Iván Alemán, representante de la Asamblea del barrio, los problemas de seguridad y de diáspora de los residentes de La Mariscal empezaron hace al menos 12 años, pero todo empeoró todo con la pandemia de la COVID-19. Durante más de un año esa zona estaba ‘muerta’.
“En ese tiempo las entidades gubernamentales no nos perdonaron ni un centavo. Seguimos pagando impuestos, no les importó nada”, reclama Rueda.
Luego de ese período, muchos negocios quebraron y esos espacios quedaron vacíos. Otros se abrieron, pero a costo de destruir inmuebles patrimoniales, según Alemán, para convertirlas en bares. Muchos de ellos esconden otros negocios como la prostitución.
“El espacio público ha sido tomado por negocios informales y microtraficantes. Cada vez se vuelven más frecuentes los indigentes y consumidores de drogas”, reclama.
EXTRA encontró a un grupo de siete personas que ocupaban la vereda de la calle Foch y Amazonas. Quienes al percatarse de nuestro equipo empezaron a reclamar. “Mejor no grabe”, recomienda Rueda.
Él ha logrado retirarlos al menos de la puerta de su hotel, pero siempre vuelven.
Mientras tanto, los vecinos siguen esperando un verdadero plan de recuperación o una intervención integral de las entidades municipales. EXTRA se comunicó con la Administración Zonal La Mariscal y con Quito Turismo para preguntar sobre los planes en esta zona, pero ninguna de las entidades concretó la entrevista con algún vocero.
Una princesa europea vivió en un castillo
Iván Alemán explica que ha habido muchos intentos por recuperar la zona. “Nunca hemos sido escuchados, las autoridades han hecho siempre su capricho, terminan matando a la zona y es lamentable porque hay grupos, gremios y colectivos que trabajan por reactivar la zona, pero no son escuchados”.
Para Héctor Molina, una de las formas de rescatar el barrio es explotar su riqueza histórica. Él, por ejemplo, cuenta con un proyecto denominado ‘Los Ladrillos de Quito’, que tiene como objetivo el acercamiento de los ciudadanos hacia el barrio con recorridos guiados. “Este espacio ha sido para la mayoría de quiteños algo representativo. Yo, por ejemplo, pasé mis años de universidades y mi niñez porque mi madre trabajaba aquí”, relata.
Quizá no pueda volver a ser un barrio netamente residencial, pero sus castillos guardan interesantes historias. Una de ellas es que el sector fue el hogar de una princesa: María Cristina de Borbón, quien se casó con el vicepresidente Manuel Sotomayor-Luna y Orejuela, del gobierno de Galo Plaza, de 1948 a 1949. Sus cuerpos, al igual que el del expresidente Sixto Durán-Ballén, están enterrados en la iglesia de Santa Teresita, una de las estructuras neogóticas más grandes del país, después de la Basílica.
“Es necesario que las calles estén habitadas de gente para que se vaya la inseguridad”, asegura el historiador.
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